Número
33 | julio-diciembre,
2021
Instituto
de Investigaciones en Educación |
Universidad Veracruzana
Licencia
Creative Commons (CC BY-NC 4.0) | ISSN
1970-5308
DOI:
10.25009/cpue.v0i33.2758
Editorial
La investigación como herramienta en
la formación de recursos humanos,
un punto de vista desde la Universidad Veracruzana
Ángel Trigosa
Tengo que reconocer
que, a pesar de haber iniciado mi carrera como docente hace más de 40 años, no me
considero un experto en educación, por lo que escribir el editorial en una
revista especializada y con amplio reconocimiento en América Latina en esta
área, solo me queda agradecer la deferencia hacia mi persona y me llena de
placer compartir un punto de vista personal que espero sirva para reflexionar
sobre la importancia de hacer investigación como una herramienta para la
generación de recursos humanos especializados, así como un breve análisis del
potencial en investigación de la Universidad Veracruzana.
Por otro lado, debo
señalar, y sin culpar a nadie, que México es un país con grandes pendientes en
materia de igualdad, equidad, salud, protección al ambiente y a su vasta
biodiversidad, educación gratuita y de calidad, así como en cada uno de los puntos
señalados en la Agenda 2030 por la Organización de las Naciones Unidas (ONU).
También estoy convencido de que nuestro país requiere urgentemente integrarse
al camino que lo conduzca hacia una verdadera economía del conocimiento, capaz
de aportar a su producto interno bruto lo suficiente para mejorar el bienestar
y la economía de los mexicanos.
Por lo anterior, deseo
hacer referencia a algo que comenté en días pasados en relación con la
fundación en el siglo XVI de la primera Universidad de México y, sin entretener
al querido lector, debo comentar que para que la Institución de Educación
Superior más grande e importante del país, esté donde esté y como esté, hubo de
haber superado un largo periodo Colonial, una Independencia, una Reforma, una
Revolución y qué sé yo… Seguramente, haber vencido un sinfín de dificultades
históricas y políticas, hasta convertirse en la institución más importante del
país en producción científica, entre otras fortalezas.
Así
mismo, las otras universidades públicas estatales, no tan privilegiadas, pero
sí con una fuerte vocación, y con su propia historia, sin duda habrán pasado
por múltiples etapas, sobreviviendo a lo largo del tiempo y, junto con la UNAM,
representan la principal fuente generadora de recursos humanos universitarios
en un sinnúmero de áreas del conocimiento, actuando como soportes del
desarrollo regional y nacional de México.
Si
bien nuestras universidades públicas muestran un desarrollo desigual, en su
conjunto son el crisol en el que muchos futuros científicos, tecnólogos,
humanistas e innovadores encuentran su verdadera vocación para desarrollarse
profesionalmente.
Y
en concreto, refiriéndome a la Universidad Veracruzana (UV) en materia de
investigación, debo comentar que ésta también ha tenido un proceso evolutivo a
lo largo de su historia, que se extiende por todas las Facultades en sus cinco
regiones y en 43 Centros e Institutos, de los cuales dos involucran a las
Artes, cuatro a la Economía y la Administración, ocho al Área Técnica, 11 a las
Ciencias Biológico-Agropecuarias, siete a las de Ciencias de la Salud y 11 a
las Humanidades. En conjunto, los Centros e Institutos de la UV acogen a
aproximadamente el 70% de los Doctorados reconocidos por el Padrón Nacional de
Posgrados de Calidad (PNPC) del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología
(CONACYT).
Si analizamos lo
anterior, la UV cuenta con un amplio abanico de posibilidades para desarrollar
múltiples proyectos de investigación de toda índole, donde se combinen
actividades de docencia, con la generación y aplicación del conocimiento,
invitando a reflexionar que el hacer investigación no solo es generar
conocimiento, adaptarlo o aplicarlo; es también un ejercicio para la formación
recursos humanos de alto nivel, ya que, en la mayoría de los casos, la investigación
se realiza paralelamente a la formación de nuevos académicos, ejercicio que se
refleja en el hecho de que cada año el PNPC haya reconocido a más posgrados de
la UV, cuya masa crítica, a su vez, se encuentra respaldada por profesores que
han demostrado su calidad como investigadores a través del Sistema Nacional de
Investigadores (SNI). Sin duda, cuando se suma ese potencial académico, no se
está hablando de algo simple y reciente; se está hablando de que, para alcanzar
dicho grado de desarrollo, se requirió de planificación, inversión, tiempo,
vocación, esfuerzo y experiencia.
Además, debo reconocer
que la Universidad Veracruzana es privilegiada al contar con estos 43 Centros e
Institutos de Investigación en diversas áreas del conocimiento que, junto con
las Facultades en todas sus regiones, la colocan en una excelente posición para
desarrollar investigación de calidad. La mejor prueba es que este potencial se
ha visto multiplicado cuando los grupos de trabajo generan sinergia entre
ellos, razón por la que hemos trabajamos durante los últimos cuatro años en
establecer estrategias de cooperación basadas en el diálogo y la empatía, dando
como resultado, entre otros logros, que en tan solo cuatro años se pasara de
457 a 620 investigadores pertenecientes al Sistema Nacional de Investigadores;
esto, a pesar de la pandemia del COVID 19.
Por
lo anterior, la UV debe continuar generando sus propias estrategias de acuerdo
con lo que ha alcanzado hasta el momento, antes de crear más y más entidades de
investigación y hacer cambios bruscos sin reflexionar en lo que se tiene, ya
que primero se debe fortalecer a las entidades existentes, haciéndolas más
eficientes y competitivas, fomentando su compromiso con la sociedad y su
capacidad de cooperación con otros grupos de trabajo, y de ahí extenderse hacia
las otras regiones, aprovechando su vocación regional, ya sea mediante la
creación de nuevas células de investigación locales, o bien aprovechando las
nuevas tendencias de comunicación virtual; considerando, como comento,
enfocarse en optimizar lo que ya se tiene, al mismo tiempo que se promueva el
trabajo colaborativo entre académicos de Facultades, Centros e Institutos para
realizar investigación transdisciplinaria y de alta especialidad,
independientemente de dónde se encuentren los investigadores, profesores y
estudiantes.
Adicionalmente,
estoy convencido de que en los próximos años la UV deberá apostar a la
integración de la investigación, el posgrado, la transferencia de tecnología,
la venta de servicios y la vinculación social, a fin de poder responder a las
demandas de la sociedad, sin descuidar la ciencia básica y su camino hacia la
economía del conocimiento. Veracruz, y el propio país, no pueden dejar de
apostar por la investigación ni por la formación de recursos humanos de alto
nivel, ya que, como estamos viviendo con la pandemia del COVID-19, es evidente
la necesidad de contar con más profesionales de la medicina y de diversos
campos del conocimiento bien preparados, con un fuerte soporte científico,
tecnológico y organizacional, al igual que con una sociedad más sensible, que
posea mejores estándares de calidad de vida. Estoy convencido, y sin cuestionar
lo que hasta el momento se ha hecho, de que, si se hubiera contado con
estrategias efectivas que fomentaran tanto la vinculación natural como el
desarrollo del conocimiento propio en nuestras universidades, y éstas hubieran
gozado de más apoyo, los veracruzanos y los mexicanos probablemente habríamos
tenido mejores respuestas ante este problema multifactorial de salud y
economía. Y es normal que cuando se sufre este tipo de crisis, la sociedad pida
a las científicas y a los científicos respuestas inmediatas y efectivas, pero
tal vez se desconoce que para ello hace falta, previamente, además de buenos
deseos, todo un sistema científico/tecnológico con políticas y apoyos
adecuados, con años de experiencia y, entre otras cosas, invertir en ciencia
básica, la cual difícilmente dará resultados a corto plazo.
Lo
anterior no es fácil. Aparentemente es costoso, e invita a pensar en no
invertir en ello y a buscar respuestas más rápidas, como adquirir tecnología o
recurrir a expertos externos, lo que se traduce solo gastos y no en inversión
para consolidar una sociedad fuerte y preparada. Por ello tenemos que pensar a
mediano y largo plazo, ya que todo país debe contar con gente científica y
tecnológicamente preparada con vocación y capacidad para hacer ciencia básica,
lo cual va de la mano con formar cuadros de científicos, lo que, con el tiempo,
derive en la aplicación del conocimiento.
Por otro lado, somos
conscientes que desde el inicio se puede desarrollar tecnología o hacer
proyectos de intervención social sin pasar por la ciencia básica, pero hay que
entender que, dependiendo del área de conocimiento, se podrá incidir de manera
inmediata, a corto, mediano o largo plazo en nuestra comunidad, estado o país,
y que algunas áreas del conocimiento tienen mayor o menor contacto que otras
con la sociedad, el medioambiente, la economía, etcétera. Por lo tanto, su
participación en tiempo y forma será distinta, así como su valor agregado y su
complejidad científica. Ninguna es mejor o más importante que la otra; todas
son necesarias, todas contribuyen, y todas se deben multiplicarse y
evolucionar; todas son fundamentales para alcanzar mejor calidad de vida,
bienestar, equidad, salud.
Por
esto, celebro la diversidad de áreas de conocimiento que se desarrollan en
nuestra universidad y que esta diversidad se apoye cada día más, que se apoye a
más estudiantes a realizar estudios de posgrado y también estoy de acuerdo con
que la actividad académica sea de mejor calidad, más sensible, más comprendida
y con libertad.
En
toda universidad se debe dar confianza a los especialistas. No los induzcamos a
cambiar de la noche a la mañana su área conocimiento, cada uno está preparado
de una forma específica a través de un entrenamiento de varios años. Recordemos
que, dependiendo de cada especialidad, el proceso enseñanza-aprendizaje será
diferente, muchas veces dentro o fuera de las aulas, otras a través de muchas
horas en el laboratorio, campo o bibliotecas y, aunque aparentemente la
formación del estudiante se observa como una actividad individual, siempre va
acompañada de la asesoría de uno o varios académicos que poco a poco van
impregnando un matiz al crecimiento del futuro investigador o investigadora
hasta convertirlos en verdaderos académicos. Estos, una vez que concluyen su
doctorado, necesitarán tiempo para madurar y escoger su propio camino, para
definir su propia línea de investigación, y esta selección no debe ser
determinada por ocurrencias ajenas a su voluntad, ya que para generar
investigación útil y de calidad para la sociedad, primero es necesario contar
no solo con gente muy bien preparada, sino que esté convencida de lo que hace y
por qué lo hace y seguramente con el tiempo irá siguiendo la vinculación con la
sociedad, con el sector productivo o, de plano, con la ciencia de frontera.
La verdadera
vinculación, el desarrollo tecnológico o la innovación, no se generan desde un
escritorio o desde afuera hacia adentro, más bien surgen de la madurez del
quehacer de la investigación cuando ésta se lleva de la mano con su entorno.
Por ello es muy importante generar en las universidades un ecosistema
universitario donde los alumnos y académicos sean sensibles ante los problemas
que los rodean y, seguramente, con el tiempo irán mostrando el interés por
entender y buscar soluciones a problemas reales, mientras que las autoridades,
por su parte, deben establecer al mismo tiempo un ambiente adecuado para el
intercambio de ideas y formas de pensar, convivir y ser, entre los diferentes
actores, independientemente de su área de conocimiento.
Quizás lo anterior es
una forma paralela de percibir la autonomía universitaria y la libertad de
cátedra que se necesita en cualquier universidad y, sin politizar, es deber de
los universitarios defender el conocimiento y transmitirlo para contribuir a
una sociedad más justa, más sensible, más responsable, productiva y con mayor
valor agregado para coadyuvar a una mejor calidad de vida para la sociedad en
general.
Y, si a educación nos
referimos, hagamos de la investigación un estilo de vida con mayor popularidad
que ser mal político, un futbolista o un boxeador: demos un buen ejemplo a la
sociedad con nuestro buen quehacer cotidiano para que ésta aspire y pueda
acceder a una educación de calidad, justa y gratuita.