Número
33 | julio-diciembre,
2021
Instituto
de Investigaciones en Educación |
Universidad Veracruzana
Licencia
Creative Commons (CC BY-NC 4.0) | ISSN
1970-5308
DOI: 10.25009/cpue.v0i33.2763
Sentidos
en el amanecer de las adolescencias de la escuela secundaria en la política
institucionalizada
Senses at the Dawn of High School Teens in Institutionalized Politics
Natalia Lucinda Fernándeza
Recibido: 1 de octubre de 2020
Aceptado:
22
de abril de 2021
Resumen: Se presenta en este artículo la investigación realizada en el marco de
la tesis de maestría[1],
sobre los sentidos que otorgan docentes y estudiantes en edad de votar, de y en
la escuela secundaria, al voto, al voto joven y al rol de la escuela. En
el año 2013 se reconoció en Argentina la ampliación de la ciudadanía política a
una parte de las adolescencias que habitan la escuela obligatoria. Esta
extensión de derechos políticos se conjuga con un marco estructural favorable
que se viene desarrollando hace tres décadas en el país. El campo de estudio de este trabajo son los
procesos ideológicos en la institución escolar. La investigación se desarrolló
desde un enfoque cualitativo y el diseño de trabajo fue un abordaje exploratorio-descriptivo.
Entre los resultados surgió una problemática que se volvió relevante para la
investigación, es el ruido producido por los posicionamientos políticos
partidarios que suceden en el ámbito escolar. La indagación de campo se realizó
en una escuela secundaria de gestión estatal de la provincia de Buenos Aires,
Gran Buenos Aires sur, Argentina. Participaron 200 estudiantes y 18 docentes de
diferentes áreas curriculares y cargos institucionales.
Palabras
clave: escuela secundaria; juventudes; voto joven;
sentidos.
Abstract: This
article presents the research carried out as part of a master's, on the
meanings given by teachers and students of voting age, from and in high school,
to voting, young people’s voting, and the role of the school. In 2013,
Argentina recognized the extension of political citizenship to a part of the
adolescents who live in compulsory school. This extension of political rights
is combined with a favourable structural framework that has been developing in
the country for three decades. The field of study of this work is the
ideological processes in the school institution. The research was developed
from a qualitative approach. Among the results, a problem emerged that became
relevant for the research, and that is the discomfort produced by the political
party positions that occur in the school environment. The field research was
carried out in a state-run secondary school in the province of Buenos Aires,
Gran Buenos Aires sur, Argentina. Two hundred students and 18 teachers from
different curricular areas and institutional positions participated.
Keywords: high
school; youth; young vote; senses.
Contextualizar
lo que significa realmente votar, porque por ahí muchos de nosotros votamos y
algunos no saben que no es un juego nada más, que bue’, voy y pongo un papelito
con el sobre en la urna y ya está. Es algo importante y hay que profundizar ese
tema, en el secundario. La escuela secundaria tiene una necesidad de, porque
ahora se puede votar, o sea a partir de los dieciséis en adelante.
(Estudiante, 5to. Sociales)
Introducción
En el año 2012, luego de un
debate social y legislativo en el que se celebraron cinco audiencias públicas
en el Congreso de la Nación Argentina[2] con la exposición de
distintas voces, entre representantes destacados de la sociedad, la academia y
las juventudes, con un total de 150 expositores, se sancionó el reconocimiento
de la ciudadanía política de las y los jóvenes argentinos de 16 y 17 años de
edad[3]. Esta
reforma fue denominada en los medios de comunicación y conocida por la opinión
pública como el “Voto Joven”. Este nombre puso la mirada social y el mismo
debate del recinto legislativo, en la posibilidad de votar de nuevas
juventudes, dejando más oculta la habilitación general de los derechos políticos
para parte de las adolescencias, que significan más que ser solo sufragistas.
La Ley de Ciudadanía Argentina
no fue una consecuencia de la lucha de las juventudes, sino estuvo centralizada
en la propuesta del Estado. Las juventudes estudiantiles ocupan el espacio
público y lo hacen con diversas prácticas orgánicas, no formales y colectivas
como las tomas de colegios, sentadas, protestas públicas que tienen relevancia
social. El Estado desempeña un papel significante pero no determina la
participación o las configuraciones políticas de las y los jóvenes. Los
movimientos estudiantiles tienen una larga tradición política en el país, desde
diferentes modos y formas de actuación en los distintos procesos políticos y
económicos (Larrondo, 2015). Como marca Vommaro (2015), a veces la actuación de
las juventudes se da bajo formas legitimadas con la idea clásica de la
ciudadanía, o bien, en producciones propias, inéditas o con relieves que en
ocasiones son cuestionadas por la opinión pública, muchas veces perseguidas o
hasta criminalizadas, incluso por el mismo Estado[4].
Esta
reforma es una ampliación de los derechos políticos hacia nuevas juventudes y
se suma a una serie de reconocimientos y renovaciones del discurso del Estado
que, en forma paulatina, y no sin contradicciones, viene llevando adelante
Argentina con la ratificación de la Convención Internacional de los Derechos
del Niño[5]
en el año 1989, la cual pone la mirada y la estima sobre la niñez y las
adolescencias como sujetos activos de sus derechos, unida a una perspectiva de
protección y cuidado[6].
La inscripción del discurso jurídico que abandona el paradigma de la carencia y
la incapacidad para dar lugar al reconocimiento de sujetos de posibilidad es un
proceso con ascensos, resistencias y hasta omisiones que lleva tres décadas en
el país. En el año 2005 este nuevo discurso ha tomado fuerte impulso por
medio de diferentes avances en materia de derechos[7], con
políticas públicas de inclusión en la escuela secundaria como espacio público
de formación, protección y actuación de las juventudes, y algunas medidas de
cuidado sobre el bienestar de la niñez y las adolescencias[8] en un
escenario con fuertes y persistentes deudas de desigualdades sociales.
De esta forma, exponemos que
el Estado argentino, durante las primeras décadas del siglo XXI, va asumiendo
responsabilidades en forma propositiva frente a los derechos de las
adolescencias, y la relación de las juventudes con la acción política. Marca la
literatura que el contexto en que se advierte la ciudadanía política de estos y
estas jóvenes se da en una época de reencantamiento con lo público estatal, con
la política tradicional y la política partidaria (Vommaro, 2015; Larrondo,
2013; Fridman y Núñez, 2015). En cambio, nos dice Urresti (2001, como se citó
en Southwell e Higuera Rubio, 2017) que, durante la década del noventa, la
perspectiva sobre las juventudes era de un cierto pesimismo por la comparación
y mirada nostálgica con las y los jóvenes de los setenta.
Decimos que se despeja para
nuevas juventudes, en el viejo formato de la política institucionalizada, un
campo de posibilidades. El 3 de diciembre de 2019 juró en la Legislatura de la
Ciudad de Buenos Aires la legisladora más joven del país, Ofelia Fernández[1], con 19
años de edad, quien en su juramento dijo: “Por el futuro de mi generación en
toda América Latina, sí juro”, y en sus redes sociales publicó, refiriéndose a
las juventudes: “Nuestras utopías serán posibles”.
Es la “natalidad” de las
adolescencias, habitantes de la escuela secundaria, en la política
institucionalizada. En términos de Arendt (2009) la natalidad apunta exclusivamente
al hecho de inicio, es esperar lo inesperado: “Nacer es entrar a formar parte
de un mundo que ya existía antes. Es aparecer, hacerse visible por primera vez
ante los otros, entrar a formar parte de un mundo común” (p. 18).
Desde la política educativa se
recupera y se amplía el compromiso del Estado como principal agente del derecho
a la educación, como derecho social (Cappellacci y Levy, 2013) y de la escuela
obligatoria que, en su tarea pedagógica con otras instituciones públicas y en
conjunción con las familias, deben garantizar el cuidado, la asistencia, y la
protección de la niñez y las adolescencias para su inclusión social, económica,
política y cultural. En este sentido, desde el año 2005 se validó una
progresión de documentos ‒leyes nacionales y acuerdos federales‒ sobre el
financiamiento educativo[9]; la
extensión y universalización del sistema escolar con políticas de inserción de
la población de adolescentes y jóvenes para el ingreso, permanencia y egreso
del nivel secundario[10]; el
reconocimiento del derecho de las y los estudiantes a la Educación Sexual
Integral[11]; y de
las juventudes a ser actores y productores, en y de la vida democrática escolar[12].
La premisa de este trabajo es
que comienzan a confluir en la escuela secundaria nuevos/as y viejos/as
ciudadanos/as políticos que son los y las estudiantes y docentes, enmarcados en
una relación pedagógica que es asimétrica (Gramsci, como fue citado en Hillert,
Ouviña, Rigal y Suárez, 2011), entre diferentes y desiguales. Sin embargo, como
describió Hillert (2011), son “desiguales material, social, culturalmente,
aunque no ante la justicia, la ética y la moral” (p. 62). Entonces, la
diferencia en que se desarrolla la relación pedagógica es interceptada por el
cometido igualador de la ciudadanía política y por la escuela como espacio
democrático.
Esta posición presente de las
juventudes estudiantiles conjuga la temporalidad del campo escolar y las
prácticas en la política institucionalizada. Como va a decir Cullen (2013), la
educación es una práctica social donde las acciones de los sujetos son siempre
algo distinto que “los meros movimientos de la naturaleza”, y es allí donde
“otras prácticas sociales construyen su sentido, intentan legitimarlo,
conformarlo, transformarlo, y hasta desecharlo” (p. 31).
Por un lado, los marcos de la
política educativa nacional y de la provincia de Buenos Aires promueven la
formación y la construcción de la escuela obligatoria, en valores democráticos,
fomentando la acción socializadora de la escuela desde una perspectiva de derechos
y con la participación activa de sus actores. Asimismo, cuando se ingresa al
territorio, encontramos que las tradiciones empujan y persisten poniendo en
conflicto la renovación del discurso político estructural, la propia cultura
institucional y las prácticas de los distintos actores de la comunidad
educativa que tensionan la vida cotidiana de la escuela.
El contexto en que se
desarrolló este trabajo fue durante un periodo de cambios de las fuerzas
políticas en el Estado nacional y la provincia de Buenos Aires, y se comenzaba
a imponer una agenda conservadora de la política pública[13].
1 Proceso y metodología
Esta investigación recuperó
dos cuestiones centrales en las últimas dos décadas en el país: por un lado,
que las y los jóvenes se han puesto nuevamente en la escena de lo público como
agentes y protagonistas; por el otro, que el Estado argentino ha materializado
desde un trazado político favorable, en leyes nacionales, una serie de
políticas públicas que institucionalizaron formas de asociación y participación
de las juventudes-estudiantiles en el espacio escolar y en la política
tradicional.
La investigación se desarrolló
desde un enfoque cualitativo. El diseño de trabajo fue exploratorio-descriptivo
en el campo escolar para interpretar, desde el fenómeno de la sanción del
llamado “voto joven” en el país, las significaciones sobre el voto, el voto
joven y el rol de la escuela, que le otorgan estudiantes y docentes, actores
que conferimos como centrales del cotidiano de la institución escolar.
Para este trabajo se han
recuperado los contextos macro y micro de la política pública sobre la escuela
secundaria, las juventudes y las adolescencias, y la relación de estas con la
política como marcos estructurales objetivos que forman arquetipos o prototipos
sobre lo social donde los sujetos, en interrelación con otros sujetos,
construyen sentidos (Berger y Luckman, 1997; 1998). En primer lugar, se realizó
la exploración y reconocimiento de los documentos y normativas, nacionales y de
la jurisdicción de la provincia de Buenos Aires, donde fue llevada a cabo la
investigación. De esta forma, se recobra para el análisis el andar del lenguaje
de los derechos y del discurso público en un recorte histórico. Bobbio (1991)
planteó que el lenguaje de los derechos tiene sobre las reivindicaciones una
gran función práctica, aunque no absoluta ni determinante en sí misma, que es
la de fortalecer marcos objetivos para la satisfacción de nuevas necesidades
tanto materiales como morales. Una cuestión es proclamar un derecho y otra
satisfacerlo en los hechos. Como expresa Mackinnon (1993), las estructuras
normativas son un momento real en la construcción social que sedimentan
perspectivas y significaciones sobre las cosas, dado que el derecho transforma
lo que regula en una institución de dominación y vuelve ontológica una cuestión
que es epistemológica. En el discurso público, el Estado, en términos de García
Linera (2008), como síntesis de las estructuras y los procesos de
ciudadanización que bullen desde lo social, puede adoptar un rol que dé fuerza,
atenúe, subalternice o hasta desestime modos y sentidos de ciudadanías, y en
esto proponemos que la escuela obligatoria, que ha crecido en dimensiones y
extensión en las últimas décadas, tiene un rol fundamental[14].
Fue un
desafío abordar un fenómeno social de ocurrencia reciente al momento de llevar
a cabo la investigación. Esto significó no tener más que breves o incipientes
antecedentes en el tema específico. Para lograr un análisis complejo se procuró
realizar un trabajo de campo sobre variadas categorías generales en relación
con la idea central de esta investigación, que es el “voto joven”, y analizar
los sentidos como construcciones significantes de los sujetos en un proceso
social e histórico establecido. Trabajar con los sentidos y significaciones de
los sujetos nos ha proporcionado la posibilidad de anclar puntos de análisis de
un fenómeno contemporáneo. Para Díaz y Guber (1986) las formas de sentido, en
tanto estructuran y organizan el proceso social y sus condiciones de producción,
poseen carácter histórico. En la investigación se recuperan dos categorías
acuñadas por estos autores en su trabajo sobre la construcción de sentido de lo
rural[15],
que son la Relación Social Ideológica (RSI) como relación intersubjetiva de fuerza,
y las Formas Históricas de Sentido matriz (FHSm) como huella de los procesos
históricos en un recorte de construcción ideal. De esta manera, por un lado, se
analizaron los esquemas de las experiencias relatadas por los sujetos mediados
en una relación de fuerza específica[16], es
decir, docentes y estudiantes de la escuela secundaria, materializadas en la
institución escolar[17].
Por el otro, también, se cruzan los discursos con un reservorio social de las
significaciones (FHSm), en este caso sobre el “voto”. Sin embargo, no se ha
replicado en forma exclusiva una única metodología de análisis, sino que se han
aplicado diferentes lecturas interdisciplinarias (Albizu, 2005; Berger y
Luckman, 1997; Hillert et. al., 2013, entre otros).
Desde el análisis de hechos
históricos se recrea un tipo ideal sobre el “voto” en Argentina. Estos no son
sentidos objetivos ni verdaderos (Weber, 2002) sino recortes de lo evidente
para la reconstrucción interpretativa y reflexión teórica de la investigadora.
Específicamente en este trabajo, la categoría Formas Históricas de Sentido
matriz sobre el sufragio se recrea desde obras de la historiografía que abordan
los principales procesos de reformas sobre este derecho en el país[18]. Díaz
y Guber (1986) hablan de la ultrageneralización de distintos significados del
reservorio social[19]. Con
esta categoría nos permitimos repensar las continuidades, resistencias y
transformaciones de la dimensión significante del “voto joven” como nueva
ampliación de los derechos políticos, y las posiciones de los sujetos, en y de
la escuela secundaria frente a esta práctica social. Se debe tener en cuenta
que los sentidos van a tomar diferentes y distintas variabilidades de acuerdo
con los contextos en que se analicen. En consecuencia, es necesario tener presentes
las posibles reconfiguraciones y rupturas que pueden operar sobre los sentidos
del voto y del voto joven fuera de este trabajo y del campo escolar.
1.1 La institución en su contexto
El trabajo de campo se llevó a
cabo en una escuela secundaria de la provincia de Buenos Aires durante los
meses de mayo, junio y julio del año 2016. Como dijimos, se trató de un período
de tránsito post eleccionario a nivel nacional y en la provincia. Argentina,
para ese entonces, había cursado el año anterior un periodo de comicios en todo
el país[20] y la
asunción de nuevas autoridades de gobierno. Era la segunda vez en que los y las
nuevas/os ciudadanos/as políticos tuvieron la posibilidad de participar y
votar.
Desde el
contexto micro se realizó la descripción del ambiente escolar como fotografía
de la institución donde se llevó a cabo la investigación y la recolección de
los discursos de sus actores. El recorte temporal de la investigación comienza
desde la reforma de la Ley de Ciudadanía Argentina en el año 2012 con el
reconocimiento de los derechos políticos a las y los jóvenes de 16 y 17 años de
edad.
La escuela secundaria visitada
es de gestión estatal, conformada desde tres unidades pedagógicas distintas que
compartían edificio –dos escuelas secundarias básicas y una escuela media–. La
indagación de campo se realizó durante este proceso de reconfiguración
institucional bajo la adaptación y adecuación de tres organizaciones y culturas
institucionales, con visibles distinciones y resistencias entre los actores pertenecientes
a cada una. La escuela unificada quedó constituida con una matrícula de 2479
estudiantes y aproximadamente 900 docentes bajo la dirección de un solo equipo
directivo[21]. De
esta forma, se decidió circunscribir la investigación solo a esta escuela
porque ofrecía una amplia población estudiantil y docente, en la que aún se
hallaban rasgos y tensiones de las tres unidades pedagógicas preexistentes.
Para la muestra de este
estudio se hicieron 18 entrevistas semiestructuradas e individuales a profesores
de variadas áreas curriculares de cuarto, quinto y sexto año de los turnos
mañana y tarde correspondientes a las tres orientaciones del ciclo superior, y
también a algunos/as miembros del equipo directivo. Asimismo, se realizaron 11
entrevistas grupales a estudiantes de estos años y turnos, de los cuales había
integrantes del Centro de Estudiantes, con un promedio de 17 a 20 participantes
por cada entrevista. Se obtuvo la participación total de 200 voces de
estudiantes secundarios, mayoritariamente en condiciones de ejercer su
ciudadanía política, por lo cual, la muestra fue amplia y heterogénea.
2 La ciudadanía es un campo en desarrollo. Irrumpe una nueva ciudadanía en
la escuela secundaria
La ciudadanía es una categoría que se encuentra en discusión en las
Ciencias Sociales y ha tomado fuerte interés en las últimas décadas (Capera y
Nañez, 2017; Horrach, 2009). Se viene desarrollando un debate que rompe con el
enclave de la visión normativa que centra la relación de la ciudadanía con los
derechos políticos desde la ya clásica tipificación desarrollada por Marshall y
Bottomore (2004), que algunos critican como evolucionista pero que ha significado
una gran contribución. La ciudadanía se pone en cuestión desde las distintas
reivindicaciones sociales, económicas, culturales y políticas (Capera y Nañez,
2017). Dicho en palabras de Santos (1998), la ciudadanía es producto de
diferentes derechos, instituciones y de historias sociales protagonizadas por
diferentes grupos sociales. Hoy podemos encontrar trabajos sobre múltiples
formas y modos de pensar, vincular y expresar a la ciudadanía más allá de las
ciudadanías Civil, Política y Social (Marshall et al., 2004). Algunos trabajos
actuales que abordan a la ciudadanía la presentan desde diferentes demandas
como la Ciudadanía Social, Económica y Cultural; la Ciudadanía de Género, la
Ciudadanía de la Niñez y la Adolescencias (Flisfisch, Miranda, von Bulow, Luna
y García , 2014); las ciudadanías juveniles (Larrondo y Mayer, 2018); las
ciudadanías Intercultural y Cosmopolita (Cortina, 1999); la Ciudadanía
Ambiental y la Ciudadanía Planetaria (Gutiérrez y Prado, 2015); la Ciudadanía y
el Arte (Orce, 2018); la Ciudadanía Digital y la política (Antón, 2020; Sola y
Sierra, 2020), entre otros. Por su parte, la formación de la ciudadanía es un
campo de interés y prolífero en la investigación educativa. Se viene abonando
desde distintas dimensiones de análisis sobre el rol y las configuraciones
institucionales, las formas y modos de habitar la escuela, las prácticas
docentes, los conocimientos aprendidos por los y las estudiantes en materias
específicas o los aprendizajes políticos en el espacio escolar; el interés y
prácticas políticas de las y los estudiantes, sus percepciones y sentidos sobre
la sociedad civil, la política y la democracia, entre otros.
La escuela
obligatoria en Argentina tiene una tarea fundante y fundamental que es la
formación de la ciudadanía[22],
y este es un tema de mucho interés para el campo de la pedagogía crítica porque
posibilita desentrañar y resignificar la construcción de la ciudadanía liberal
que erige al individuo sufragista sobre otras formas de producción de lo común
y del hacer colectivo. Como sostiene Santos (1998), en la teoría política
liberal el principio de la ciudadanía incluye exclusivamente a la ciudadanía
civil y política, y su ejercicio reside principalmente en el voto. El sufragio
se presenta como la reducción de la participación política a la relación de la
representación; esta es una relación que se naturaliza como no problemática y
se fundamenta en la base convencional del contrato social liberal articulando
que haya Estado, individuos y mercado. Queda así marginado el principio de la
comunidad rousseauniana de la participación efectiva de los ciudadanos de modo
autónomo y solidario sin delegaciones, que se fundamenta en la necesidad, no
solo de la igualdad ante la ley, sino de la igualdad substantiva de los/as
ciudadanos/as. Aunque, como argumenta el autor, estamos bajo el marco moderno
de la regulación[23]
que reafirma la ideología cultural hegemónica de la subjetividad en detrimento
de la ciudadanía, y de ambas en detrimento de la emancipación. Así, dice, “si
la relación entre subjetividad y ciudadanía es compleja, es todavía más la
relación entre cualquiera de ellas y la emancipación” (Santos, 1998, p. 285).
La
formación de la ciudadanía en la escuela secundaria argentina no ha quedado
ajena a estos procesos de transformaciones. Los marcos curriculares se fueron
adaptando desde la vieja matriz tradicional civilista de la ciudadanía como
estatus universal e igualitario del que son portadores las y los individuos que
pertenecen a determinada comunidad política hacia la propuesta de la ciudadanía
como problemática y construcción contingente de los procesos históricos y
sociales (Landau, 2006) y como práctica política, que pone en movimiento los
viejos anclajes.
En el Diseño Curricular de la
escuela secundaria en la provincia de Buenos Aires[24] se propone la organización
de una escuela que favorezca la democratización de los espacios escolares
transformando las interacciones que se producen en las instituciones con la
participación de sus actores en la toma de decisiones, el reconocimiento de las
prácticas juveniles para el quehacer pedagógico, la circulación de la palabra,
el compromiso y el trazado del espacio para idear proyectos de vida.
En este marco la nueva
ciudadanía política de los y las estudiantes-adolescentes permite pensar en
nuevos bosquejos de oportunidad para la formación de la ciudadanía en la
escuela obligatoria. Hillert (1999) resalta que la escuela es un campo fértil
para la creación y la posibilidad. La escuela es el espacio público de la
educación que habitan las y los adolescentes, nuevos/as ciudadanos/as políticos
donde transcurren y producen gran parte de su tiempo. El carácter público de la
educación requiere una escuela democrática con participación popular (Hillert,
2011). La democracia no es solo un sistema de gobierno, sino que consiste en
formas participativas plurales y diversas que acontecen en la tensión de la
libertad y de la igualdad para producir el mundo común. Señala Giroux (1998)
que la noción de una ciudadanía emancipatoria tiene que considerarse como una
práctica histórica intrincada en relaciones de poder que forman significados;
entonces debe ser analizada como proceso ideológico dentro del cual se
estructuran subjetividades particulares en torno a lo que significa el hecho de
ser miembro de un Estado nacional.
3 Resultados: La construcción de
sentidos en lo escolar y la Forma Histórica
3.1 Sentidos del “Voto” y del “Voto joven” en una escuela secundaria
Las
connotaciones dadas por los actores entrevistados de la escuela secundaria al
“voto” quedan sujetas al poder del ciudadano/a elector/a en el marco de la
democracia representativa y a una perspectiva más aferrada a la idea de
individualidad de los derechos que a la ciudadanía como composición de lo
colectivo. Desde los discursos de docentes y estudiantes en edad de votar, el
“voto” fue significado principalmente como una libertad individual. No incluye
la idea de igualdad, de lo común o lo público. Las/as entrevistadas/os
coinciden en decir: “Es libertad,
poder elegir lo que vos querés” (Profesor de Matemáticas, 1er año).
Se han relevado frases de las
y los estudiantes como “Votar lo que
uno cree”, “Poder elegir”, “Expresar tu ideología”, “Expresar tu opinión”,
“Hacerse oír”, “Tener voz”.
Otras referidas al poder del
votante: “El voto es tu voz, es tu
decisión, es el poder que tenés para decidir” (Profr. Biología, 4to año).
Y a la democracia: “Una de las participaciones más importantes
que tenemos nosotros como ciudadanos” (Profr. Filosofía, 5to año).
Algo fundamental en la vida. Siempre que cada cuatro años hay
elecciones significa que todo marcha lo mejor que podría marchar. O sea, sea el
gobierno que sea, nos guste o no. Hay que quejarse de lo que esté mal, aplaudir
lo que esté bien, pero siempre tener en cuenta que dentro de cuatro años, tres
años, dos años, lo que quede, pongamos todos de nuevo el voto en la urna por el
mismo, por otro, por lo que sea, y así sea consciente porque cuando no hay...
cuando la gente no vota, cualquier país sea democrático digo, generalmente es un
golpe de estado (Estudiante, 6to año, Sociales).
Estudiantes y docentes también
mencionan a la “responsabilidad” como contracara y necesidad de un derecho.
Para esto el elector debe estar informado y tener conciencia de la decisión.
Los y las estudiantes piden involucrarse y formarse para ser responsables. En
esto se marca un juicio sobre la diligencia del votante, y se habla de votar
bien o votar mal: “…No tiremos el voto
a la basura. Por eso hay que instruirse” (Estudiante, 5to año, Gestión). “…Es
un arma de doble filo, porque hay gente que no es consciente y va y vota
cualquier cosa” (Estudiante, 6to año, Sociales).
En este sentido, la
responsabilidad y el derecho quedan entrelazados pero en la singularidad, como
carga que subordina el derecho de un individuo al cumplimiento de una condición
por ese individuo. Ahora bien, los derechos entrelazan a los sujetos en el
entramado social en una relación de corresponsabilidad con el Estado como
garante.
En cuanto al “voto joven”, las
significaciones coinciden en presentarlo como oportunidad de ensayo y de
aprendizaje de las y los estudiantes. Los discursos lo caracterizan,
principalmente:
Desde la falta de
obligatoriedad[25]. En este
sentido, se muestra al voto joven como la salida y el amparo frente a la
inexperiencia de las y los estudiantes en la política. Lo que marcan los
discursos de los/as docentes es que, al no estar preparados, la falta de
obligatoriedad es el permiso de poder equivocarse, representando al “voto
joven” como una experiencia para aprender “a hacer”. Esta perspectiva es
compartida por las y los estudiantes:
“De a poco vamos incluyéndonos en la democracia. Te da la experiencia de saber
cómo es todo” (Estudiante, 5to. año, Sociales). “¿Qué tiene de malo la ley de
voto joven? Es un ensayo” (Prof. Biología, 6to. año). “Si fuera obligatorio
irían y votarían cualquier cosa la gran mayoría. Sin importar, ta, te, ti, y
listo” (Estudiante, 6to año, Sociales).
En referencia a la edad. Los y las docentes y estudiantes señalan que la edad no es lo que determina
el interés o el desinterés en la política. Sin embargo, hay voces que recuperan
la idea de que con la adultez la responsabilidad es mayor. Pero el anclaje de
los discursos en la cuestión etaria se une a la no obligación de votar de los y
las estudiantes, produciendo o reafirmando la diferenciación social de las
adolescencias y las juventudes. De esta manera, ambas características confluyen
en el permiso a equivocarse y esto se antepone como protección a una idea de
“la inexperiencia por el ser joven”, aunque no se abandona la exigencia
individual de la responsabilidad. Esta
no es solo una mirada de los adultos. Al preguntarles a las y los estudiantes
sobre el rol y la tarea de la escuela, reclaman una acción formativa para su
nueva condición de ciudadanos/as políticos. Sin embargo, en la tarea que se le
pide a la escuela se abre un abanico de problemáticas que pone en juego,
principalmente la idea de la neutralidad de la educación y del quehacer de las
y los docentes en el aula, y sobre el interés de las y los estudiantes en la
política como motivación o como irrupción para trabajar el tema.
Por consiguiente, estos
sentidos de los actores de y en una escuela secundaria nos muestran un enfoque
principalmente situado sobre una democracia representativa que hace pie en el
individuo sufragista y en la moratoria social de las juventudes.
La matriz de sentido sobre el
“voto” que se sedimenta en los discursos, tanto de docentes como de
estudiantes, es el voto como legitimación y acción ciudadana reguladora del
sistema político. El voto queda reducido al aquí y ahora para elegir sin
manifestar las redes, resistencias y/o luchas de la política en la construcción
de lo político. Por su parte, el “voto joven” es mayormente significado como
ensayo de las nuevas generaciones y no como oportunidad hacía una participación
política colectiva de nuevas juventudes en la política institucionalizada.
Tal vez parte de las razones
de estas significaciones que ponen el acento en la condición de ser joven y en
la individualidad del derecho se deban a lo reciente del acontecimiento y que
el “voto joven” fue una propuesta despejada por el Estado y en producción del
mundo adulto. Por su parte, cuando los discursos de docentes y estudiantes
trazan la tarea de la escuela en la formación de la ciudadanía, lo hacen desde
una perspectiva civilista de los derechos, aunque aparecen en los discursos
algunas rupturas.
3.2 Las Formas
Históricas de Sentido matriz sobre el voto en Argentina en una doble presencia:
El voto joven entre la redistribución y el reconocimiento
El reconocimiento del “voto
joven” es una disrupción en las adolescencias entre las continuidades
preestablecidas y la posibilidad que les acontece en el entramado de la
política institucional. Las transformaciones sobre los derechos políticos en la
historia del país han versado sobre distintas reformas de ampliación del
alcance de quiénes serían los sufragistas por posición y condición social de
bienes, autonomía jurídica, género y anclaje en la cuestión etaria.
El
derecho de sufragio fue una herramienta que ha sostenido y permitido el
desarrollo de los procesos políticos embarcados en la democracia liberal desde
el siglo XIX, tanto en Europa como en el continente americano. Así, en el
primer periodo de la historia argentina el sufragio se orientó hacia la
redistribución del voto a las clases populares masculinas ante la necesidad de
sostener el proyecto independentista y la legitimación de una élite dirigente.
Se buscaba la transferencia del poder por la necesidad de conservar las bases
de una república independiente bajo algún sistema político, teniendo como
horizonte el modelo representativo (Ternavasio, 2002). A comienzos del siglo XX
la redistribución para la legitimación fue principalmente etaria: masculino, mayores
de 18 años de edad. Así se extendió el sufragio como “universal”, aunque
excluyendo a las mujeres porque no les era permitido prestar el servicio
militar, requisito que habilitaba el voto obligatorio[26].
Nos referimos al
reconocimiento recién a mitad del siglo XX, con la inclusión de un sector
excluido ya no por la edad sino por el género, como fue la extensión de la
ciudadanía política a las mujeres. Esta ciudadanía se condensó en la lucha de
los movimientos de mujeres que pujaron por ingresar en el espacio público, en
un contexto internacional de posguerra que se abría hacia ese lugar.
Estas son dos significaciones
históricas que tomamos sobre el sufragio en Argentina:
la redistribución y el reconocimiento, ambas como sustancias significativas
hegemónicas de las Formas Históricas de Sentido. Planteamos para nuestro
análisis que las Formas Históricas de Sentido matriz sobre “el voto” aparecen
en una doble presencia[27]
entre el voto como redistribución para la legitimación y el voto como bandera
de lucha de grupos excluidos[28].
La redistribución es la acción distributiva del Estado sobre el derecho en
diferentes momentos históricos, y el reconocimiento es la conquista del derecho
y el aparecer en lo público de esos grupos. En esta forma ideal de doble
dimensión nos preguntamos sobre el sentido del “voto joven” en la Argentina
contemporánea.
Como
expresa Fraser y Honneth (2006) para la búsqueda de la justicia social es
necesario establecer condiciones objetivas y subjetivas[29] que
efectivicen la participación en igualdad de los distintos grupos sociales. La
redistribución y el reconocimiento convergen entre la necesidad de garantizar
las condiciones materiales y las transformaciones culturales para la real
inclusión. Las adolescencias son un grupo social diferenciado por rangos
etarios de distribución social y son un grupo de protección y cuidado
particular. El Estado y los adultos promueven un tablado de condiciones que
puede posibilitar, garantizar, restringir y hasta violentar sus derechos y
bienestar.
El voto joven
fue una nueva redistribución del Estado sobre la ciudadanía política a la
población joven porque no emergió como consecuencia de la lucha de las
juventudes. Una de las críticas en el debate público del momento giró sobre la
conveniencia de la extensión del padrón electoral para la legitimación del
partido político gobernante. Sin embargo, el reconocimiento de nuevos derechos
es una ampliación de la democracia y también una nueva demanda al rol del
Estado que debe garantizar la situación y la posición de las juventudes para el
ejercicio de la ciudadanía en condiciones de libertad y mayor igualdad hacia la
producción de su autonomía. Hillert (2011) establece que, “a mayor igualdad y
satisfacción de las necesidades de todos, mayores posibilidades de participación
en la esfera pública” (p. 36).
Cuando
cruzamos los sentidos que se fueron tejiendo en la investigación, se presenta
la necesidad del reconocimiento de las y los adolescentes-estudiantes como
actores de sus derechos en los espacios públicos, como la escuela y la política
institucional. Entonces, una de las confluencias de esta investigación se halla
en la necesidad de complementar y desarrollar las relaciones del reconocimiento[30]
de un grupo históricamente tutelado por los adultos y restringido en el hacer
por sí mismos, los anteriores sujetos sociales “sin voz”.
3.3 Un emergente de la
investigación: ¿De qué habla la escuela ante la política institucionalizada?
Las voces
tanto de docentes como de estudiantes de una escuela secundaria de la provincia
de Buenos Aires fueron mostrando un emergente de la investigación, en cuanto a
la encrucijada en que aparece la política y particularmente: la política
partidaria en la institución escolar. En este sentido, la relación de la
política con la escuela en la provincia de Buenos Aires no es una relación
sencilla. Desde los marcos regulatorios se ponen en cuestión y se prohíben en
el ámbito escolar los “símbolos políticos partidarios” así como los símbolos
religiosos. Algunos discursos de las y los docentes mencionan esta prohibición
cuando se les pregunta sobre el trabajo en el aula, manifestando que prefieren
no tratar temas de política partidaria o bien, si surgen, evitarlos. Por su
parte, docentes de los espacios curriculares de mayor especificidad con la formación
ciudadana, dicen que, para hablar de la nueva ciudadanía joven, la tarea en el
aula es sobre el proceso de cómo votar.
Las y los
estudiantes expresan que solo trabajan temas políticos desde la historia. Y
esto tiene sentido frente a los discursos de las y los docentes que se refugian
en la historia, en la mirada civilista de los derechos o en los procesos
formales para trabajar temas de política. Pero ambos actores coinciden en que
la escuela es un espacio fundamental cuando se piensa en la democracia y en la
construcción de la ciudadanía.
En estas significaciones un joven perteneciente al Centro de Estudiantes
manifiesta la tensión ocurrida en el modo en que se encuentran la relación
pedagógica y la relación ciudadana:
Se va de lo que tendría que ser una clase a un debate político. Es
necesario, pero no en la manera en que el profesor toma el lugar como profesor
y menosprecia al alumno. Si el profesor va a estar dispuesto a tener un debate
político, fuera de lo que es la enseñanza con el alumno, tendría que
comportarse de igual a igual porque es un debate (Estudiante).
Desde la perspectiva del docente, la posición tampoco es cómoda y se
reconoce la tensión. Dice una docente:
En historia, si bien se trata la práctica democrática, desde un punto
de vista de los procesos históricos, lo que noto como problemática más en la
situación actual de conflictos políticos, es que muchas veces, al menos en mi
caso, trato de no hablar demasiado, de limitarme al proceso histórico. Porque a
veces se generan conflictos o discusiones políticas que van más allá de lo que
uno pretende y bueno, y más teniendo en cuenta lo reglamentado que no podés
manifestar tu opinión política (…) Entonces a veces es muy difícil de manejar.
Me veo limitada en eso. O también medís mucho tus palabras (Prof. Historia, 5to
año).
Por otra parte, los y las
estudiantes expresan que si manifiestan posiciones políticas partidarias se
sienten etiquetados, subestimados o que sus docentes no los escuchan. Cuando es
el docente quien manifiesta una posición política ideológica, las voces de las
y los estudiantes ponen en cuestión la neutralidad de la educación; en algunos
casos recuperan como actitud honesta del docente si este expresa su
posicionamiento político, y se preguntan sobre si el docente puede captar las
ideas políticas del estudiante. Otros discursos dicen que no corresponde hablar
de política en la escuela.
Los discursos tanto de
docentes como de estudiantes se encuentran y muestran que los posicionamientos
políticos de unos/as y otros/as hacen ruido e incomodan en el ámbito escolar.
La política partidaria se reconoce como lo prohibido y lo sesgado en la
escuela. No son fácilmente aceptadas las identidades políticas de cualquiera de
sus actores y esto implica algún tipo de etiqueta. No obstante, se manifiesta
un desencuentro entre los y las docentes que eligen omitir el tema cuanto sea
posible y las voces de estudiantes que piden el reconocimiento de sus docentes
y apertura al debate para trabajar la política en la escuela.
Este conflicto subyace en el
ámbito de la escuela secundaria y se configura en la relación que ocasiona la
política, la política partidaria y el qué y cómo hacer de la
tarea docente, es decir, en el discurso pedagógico. Cappellacci y Levy (2013)
reflexionan que la obligatoriedad del nivel secundario es un espacio de
comunidades cruzadas y fuertes disputas. Entonces el derecho a la educación y
los derechos deben ligarse a la idea de justicia y entrelazarse con un proceso
de reestructuración en profundidad de las relaciones de reconocimiento.
4 Discusión y conclusiones
En la investigación dimos
cuenta de la existencia de un marco prescriptivo fecundo para las adolescencias
y las juventudes, y de su relación con la política y la escuela. Sin embargo,
en la institución escolar se rubrican tensiones sobre la participación política
y político-partidaria de las y los jóvenes. Esto sucede aún en un contexto
donde los marcos curriculares de la escuela secundaria giran hacia la
ampliación y transformación de la propuesta de la formación ciudadana, como
formación transversal y recuperando a la ciudadanía como problemática
histórica, social, económica y política. Significa que todos los espacios de la
escuela secundaria se deben aproximar a la formación de la ciudadanía
recobrando dos elementos que consideramos fundamentales como fuentes y recursos
para el quehacer pedagógico: la participación activa de las y los estudiantes;
y sus prácticas, sus formas y sus modos de participación. Entonces, las
preguntas que se abren son sobre las ciudadanías que se forman en la escuela,
las que se habilitan, cuestionan u ocultan.
Relevamos la controversia e
incomodidad que genera en el escenario escolar la toma de posición político-partidaria
de sus actores y se reproduce y sedimenta en un imaginario sobre la neutralidad
del campo escolar, de la educación y el conocimiento. Se comprueba que los
posicionamientos políticos partidarios son negados o señalados como lo ajeno o
lo no debido en el cotidiano escolar de la escuela secundaria, aunque hay voces
que requieren el reconocimiento. Por su parte, las reglamentaciones
territoriales[31]
refuerzan los sentidos sobre una prohibición que, como expusimos, se extiende a
lo pedagógico y a las formas de habitar la escuela. Sin embargo, la escuela
visitada tiene una imagen religiosa en el patio de ingreso principal pero la
política parece denotar otra densidad al ocupar los espacios escolares. La
negativa administrativa impuesta por la reglamentación se instituye como
restricción en los modos hacer y decir y esto requiere la intersección de la
pedagogía[32].
El campo de la educación es un
campo fértil y propositivo además de privilegiado para proyectar y promover el
reconocimiento de múltiples ciudadanías desde la perspectiva de los derechos.
Citando a Kantor (2005), la perspectiva de derechos sobre las adolescencias y
las juventudes es un punto de partida y una base irreductible para desarrollar
y promover prácticas y discursos en ese sentido.
Como venimos delineando,
la escuela obligatoria es el espacio y el tiempo cotidiano donde las y los
jóvenes construyen, reproducen, cuestionan y hasta desechan prácticas y
significaciones en interacción con los adultos responsables de la transmisión
de la cultura. La escuela es una práctica social institucionalizada y un
espacio de producción donde los sujetos activamente producen y reproducen la
esfera cultural, social y política. La concepción principal es que los sujetos
no son pasivos, sino que la cultura se vive[33] (Apple,
1997) con lo que los sujetos hacen y dicen.
Las adolescencias y las
juventudes se encuentran en un camino sinuoso de desigualdades sociales,
sumergidos/as tanto por las acciones como por las omisiones del Estado y los
adultos. La participación en lo público propicia hacer agenda e incidir en los
procesos, y la ciudadanía política de parte de las adolescencias, es una nueva
ocasión de esperar lo inesperado (Arendt, 2009) dentro de la política
tradicional. Sin embargo, las significaciones de los discursos sobre el “voto”
y el “voto joven” quedaron centradas en el individuo libre de la sociedad
civil; entonces, la finalidad de la escuela pública como construcción
democrática toma relevancia para la generación de procesos de ruptura sobre las
matrices de ciudadanización cuyas insistencias están en el individualismo del
mercado.
La ciudadanía política
de una franja de las adolescencias y las ciudadanías juveniles en general son
para la pedagogía un desafío de posibilidad para recrear y crear viejos como
nuevos espacios, habilitar tiempos y prácticas escolares en coordenadas que
incluyan pero también traspasen el aula. Asimismo, la política partidaria es la
llave formal de acceso a los núcleos de poder y a la toma de las decisiones
públicas de la democracia que la convierte en un reto necesario del campo de la
educación. La escuela está atravesada por múltiples ciudadanías y problemáticas
que comienzan a tomar dimensión y trascendencia como la ciudadanía de género y
el derecho a la Educación Sexual Integral de las juventudes, las desigualdades
sociales, la cuestión ambiental, la diversidad cultural y las diferencias,
etcétera, y pensamos que son motores hoy presentes de producción y construcción
de la escuela secundaria como cultura democrática vivida.
En las relaciones de
reconocimiento y el pensamiento crítico se posibilita a la escuela democrática,
que necesita aprehender el ruido, la divergencia de las posiciones que
interpelan e inquietan a la tarea de enseñar, la circulación de la palabra, el
acceso a la información, el debate, la participación en la toma de decisiones y
a la política, como encuentro para la producción del espacio común y lo público,
es decir, a la escuela como arena de conflicto[34].
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[1] Maestría
en Educación: Pedagogías críticas y Problemáticas socioeducativas. Facultad de
Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires. Tesis: La escuela
secundaria entre nuevos y viejos sujetos de la esfera pública: El voto y la
construcción de sentido en una escuela secundaria de la provincia de Buenos
Aires, dirigida por la Dra. Flora Hillert y codirigida por la Mtra. Inés
Cappellacci.
[2]
Las audiencias públicas se desarrollaron del 5 de septiembre de 2012 al 2 de
octubre del mismo año.
[3]
Ley Nº 346 de Ciudadanía Argentina y modificatoria Ley Nº 26.774, sancionada en
octubre 31 de 2012 y promulgada en noviembre 1 de 2012, artículo 7º: “Los argentinos
desde los 16 años de edad gozan de todos los derechos políticos, conforme a la
Constitución Nacional”.
[4]
Durante el período 2016-2019, los y las estudiantes de la escuela secundaria en
CABA, junto a sus docentes, se opusieron a la Secundaria del Futuro y a los
operativos de evaluación, llevaron a cabo tomas de escuelas, reclamaron la
enseñanza de la ESI (Educación Sexual Integral) y la aprobación de la Ley de
Interrupción Voluntaria del Embarazo; y, junto con vecinos, resistieron al
cierre de bachilleratos secundarios nocturnos. El Gobierno de la Ciudad, por su
parte, habilitó un número telefónico para realizar denuncias por las tomas de
escuelas, y durante 2019 la justicia contravencional de la Ciudad efectuó la
imputación de progenitores y tutores de estudiantes que habían participaron de
las tomas de escuelas el año anterior
(https://www.infobae.com/sociedad/2019/06/26/la-justicia-comenzo-a-citar-a-los-padres-de-alumnos-que-tomaron-colegios-portenos/).
[5]
Aprobada por la Asamblea General de Naciones Unidas.
[6] Reconocerlos como sujetos de
derecho con autonomía personal, social y jurídica en forma progresiva, de
acuerdo a su madurez.
[7]
Ley Nacional Nº 26061: de protección integral de los derechos de las niñas,
niños y adolescentes. Ley de la provincia de Buenos Aires Nº 13298: de la
promoción y protección de los derechos de los niños.
[8]
La Asignación Universal por hijo fue incluida como parte del sistema de
protección social del Estado (Decreto Nacional Nº 1602/2009).
[9]
La Ley Nacional Nº 26.075 establece el compromiso del gobierno nacional y los
provinciales de aumentar progresivamente la inversión en educación, ciencia y
tecnología, entre los años 2006 y 2010 hasta alcanzar una participación del
seis por ciento (6%) en el Producto Interno Bruto (PIB).
[10]
Lineamientos de la política establecida en la Ley Nacional de Educación Nº
26.206.
[11]
La Ley Nacional Nº 26.150 ordena la incorporación curricular en forma
transversal de la educación sexual integral en todos los niveles educativos
obligatorios.
[12]
Es un lineamiento que atraviesa a la propuesta federal de la Nueva Escuela
Secundaria del año 2009 realizada por el Consejo Federal de Educación.
[13] En la provincia de Buenos
Aires, en el año 2017, la autoridad en educación dictó la Resolución Nº 7, que
modificó el Reglamento General de Instituciones Educativas provincial y regula
la utilización de los edificios escolares fuera del horario escolar. La noticia
apareció en los medios masivos de comunicación con el título: “Se prohíben los
actos políticos-partidarios en las escuelas bonaerenses”. Esto es confuso, ya
que el uso de símbolos partidarios ya estaba prohibido en dicho reglamento
(http://www.abc.gov.ar/reglamentan-el-uso-de-los-edificios-escolares-fuera-del-horario-de-clases).
[14] El Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INDEC),
en el Módulo de Actividades de Niñas, Niños y Adolescentes, contabilizaba para
el tercer trimestre del año 2012 un total de 2.590.898 del segundo grupo de 14
a 17 años. De estos, 89.1 por ciento (2.308.801 jóvenes) se encontraba dentro
del sistema escolar. Dice el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia
(UNICEF, por su nombre en inglés, United Nations Children's Emergency Fund), en
su informe anual de 2017 sobre los jóvenes en Argentina, lo siguiente: “El 93%
de las y los adolescentes de 13 a 17 años asiste a la escuela, superando
también los promedios regionales y los valores nacionales recientes”. En cuanto
al voto joven, la Cámara Nacional Electoral Argentina, para el año 2015,
estableció que el padrón de votantes nacionales habilitados, de 16 y 17 años de
edad, fue de un total de 933.998, esto es, 2,92 total porcentaje del padrón
nacional https://www.electoral.gov.ar/pdf/pp_porcentaje_voto_joven_2015.pdf
[15] Los autores realizan un enlace conceptual para abordar
el análisis. De este modo, edifican el estudio desde tres categorías que son:
la Relación Social Ideológica (RSI), las Formas Históricas de la Individualidad
(FHI) y las Formas Históricas de Sentido (FHS). “El concepto de formas
históricas de sentido, que se refiere operativamente p.ej. a un modelo
hegemónico de ‘lo rural’, es una reelaboración del de Formas Históricas de la
Individualidad, acuñado por Marx para referirse a las formas ideológicas
necesarias para el desenvolvimiento de las relaciones económicas de producción
(…) El uso que hacemos nosotros se diferencia en que deja de conceptualizar
formas mentales de los procesos económicos para referirse específicamente a los
procesos ideológicos” (p. 147).
[16]
La relación social ideológica, en términos de Díaz y Guber (1986), se trata de
“la relación entre los sujetos desde sus respectivos significados” (p. 130),
constituyendo relaciones de fuerza que producen rupturas y nuevos sentidos; o
donde las formas históricas de sentido matrices se van invistiendo y
edificando, es decir, se refuerzan.
[17]
García Barceló (1979) precisa que son relaciones sociales específicas,
realizadas, materializadas en prácticas específicas.
[18]
Al Respecto, Ternavasio (2002) realiza su análisis desde el revisionismo sobre
la historiografía política clásica, acerca de la constitución de la sociedad
política bonaerense durante la primera mitad del siglo XIX en Argentina; Ortega
(1963) extiende su análisis hasta la sanción de la Ley Sáenz Peña en el año
1912. Luego, se continuó con la literatura feminista que va recuperando la
historia de los movimientos de mujeres.
[19] Se cohesionan uniendo la
diversidad de interpretaciones produciendo significados medios y generales.
[20] Periodo de los comicios de primarias nacionales el 9 de
agosto de 2015, elecciones generales nacionales el 25 de octubre de 2015, y
segunda vuelta presidencial el 22 de noviembre del mismo año.
[21]
Información proporcionada por el equipo directivo durante las entrevistas. Al
momento de la investigación la escuela secundaria visitada funcionaba en los
tres turnos –mañana, tarde y noche– más un bachillerato de adultos y diferentes
planes y programas nacionales.
[22]
Son tres los ejes formativos de la Escuela Secundaria en Argentina: la
formación en ciudadanía, la formación para el trabajo y la formación para los
estudios superiores.
[23]
Santos (1998) dice que el proyecto de la modernidad está caracterizado por un
equilibrio entre regulación y emancipación, los dos pilares en que se sostenía
la sociedad premoderna y que, al transformarse en moderna e identificarse cada
vez más con el capitalismo, el pilar de la regulación prevaleció sobre la
emancipación.
[24]
Resolución Nº 3655 del año 2007 de la provincia de Buenos Aires.
[25]
El sufragio en Argentina es obligatorio para todo el padrón electoral. Las y
los jóvenes de 16 y 17 años de edad no tienen penalidades por no votar.
[26]
Valobra (2008) dice que se trató de un subterfugio para la exclusión.
[27]
“La doble presencia” es una categoría recuperada del trabajo de Borderías,
Carrasco y Alemany (1994).
[28]
Hemos utilizado la bidimensionalidad de la justicia social enunciada por Fraser
en Fraser y Honnet (2006).
[29]
La condición objetiva es la distribución de los recursos materiales debe
hacerse de manera que garantice la voz independiente de todos los
participantes. La condición subjetiva es el reconocimiento en pie de igualdad.
[30]
Fraser y Honneth (2006) designa una relación recíproca ideal entre sujetos, en
la que cada uno ve al otro como su igual y también como separado entre sí.
[31] El Reglamento General de Instituciones Educativas de la provincia de
Buenos Aires del año 2009 prohíbe el uso de símbolos políticos partidarios y
religiosos en las instituciones educativas de la provincia.
[32]
Cullen (2011) define a la mirada pedagógica como una mirada “abierta a lo
nuevo, explorando sentidos que remiten a otros sentidos, sin pretender
aposentarse en ningún recodo de un pretendido pensamiento único” (p. 24).
[33]
Lo que dice Michael Apple (1997) en su libro Educación y poder es que
“la cultura también se vive”, atento que la intersección de las esferas
económica y cultural no establecen un puente de imposición directa de los
procesos de control y de la ideología (p. 79). Lo que hace el autor en buena
parte de este libro es cuestionar las teorías de la correspondencia entre la
economía y el sistema educativo. El concepto de “cultura vivida” es interesante
para este trabajo atento la perspectiva dinámica que nos da sobre la
institución escolar y las prácticas de sus actores.
[34]
Heller (1977) dice que en el conflicto se favorece el debate, aunque están
presentes los intereses y afectos particulares, el conflicto es entre diversas
concepciones del mundo pero con posibilidad de encontrarse. El afecto dominante
en el conflicto es el amor.