Revista de Investigación Educativa 14
enero-junio, 2012

ISSN 1870-5308, Xalapa, Ver
Instituto de Investigaciones en Educación, Universidad Veracruzana

     
   
Formación profesional en la ENAH:
la experiencia de vivir una trayectoria escolar
   
 

Mtro. José Luis Ramos Ramírez

Profesor-Investigador de tiempo completo
Escuela Nacional de Antropología e Historia, México
xozeluizr@yahoo.com

Lic. Carla Macias González

Becaria del Proyecto de Investigación Antropología de la Antropología
Escuela Nacional de Antropología e Historia, México
ddeenniissa@hotmail.com

Recibido: 25 de noviembre de 2010
Aceptado: 2 de mayo de 2011

Presentación

El presente escrito atiende a uno de los resultados del trabajo de investigación del Proyecto ADELA (Antropología de la Antropología),[1] específicamente de la Licenciatura en Etnología, de la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH/D.F.),[2] relativo a la experiencia académica que han vivido algunos egresados de las carreras de Etnología y Antropología Social.[3]

Iniciamos la exposición hablando sobre la importancia temática del estudio. Además, brindamos un panorama general del proyecto ADELA. Más adelante perfilamos, de manera más puntual, lo relativo al concepto de experiencia y trayectoria, base para el análisis realizado sobre los testimonios de estos universitarios. Posteriormente ilustramos cada una de las siete etapas que conforman la trayectoria global que han vivido los egresados. Por último, anotamos las conclusiones correspondientes.

Antropología de la Antropología

A finales del siglo pasado la revisión y crítica acerca del trabajo y tipo de Antropología que venía realizándose empezó a cobrar más fuerza, sobre todo por los antecedentes del desarrollo que tuvo la disciplina en diferentes contextos coloniales.[4] La pregunta permanente ha girado en torno al posible enfoque alternativo de los antropólogos nacidos y formados en los países frecuentemente estudiados por los antropólogos franceses, ingleses y norteamericanos (principalmente). Esto ha dado lugar a establecer una perspectiva antropológica más amplia y compleja, la cual debe contener estas miradas, para las que no existe aún consenso sobre su denominación. Esteban Krotz (2008)[5] las califica de Antropologías del Sur.

Estas líneas de trabajo comparten la preocupación por lograr mayor comunicación entre los países periféricos, además de revalorar y recuperar las experiencias nacionales de estas otras antropologías. Contexto que invita a revisar las trayectorias específicas del desarrollo de la Antropología en cada país. En México encontramos que el antecedente más importante de un balance histórico sobre la Antropología quedó asentado en 1988, a través de la obra coordinada por Carlos García.[6]

El Proyecto ADELA,[7] cuyo objetivo central consiste en reconocer el trabajo antropológico que viene desarrollándose en las diferentes instituciones formadoras de antropólogos,[8] se pensó y concibió para actualizar esta retrospectiva.

La forma de operar dentro de ADELA permite llevar a cabo investigaciones que posibilitan reconocer situaciones generales que ocurren en el conjunto de instituciones participantes y, al mismo tiempo, identificar las especificidades de cada programa académico particular. Igualmente, las formas de participación[9] hacen viable la versatilidad y diversidad dentro del proyecto. Gracias a las reuniones bianuales[10] se ha podido reorientar el trabajo dentro del Proyecto.[11]

Para el caso particular de la Licenciatura de Etnología[12] hemos procurado atender a varios de estos rubros planteados en ADELA.[13] El presente artículo incluye parte del trabajo que estamos realizando sobre los estudiantes y egresados de Etnología.

De esta forma, atender a lo que está sucediendo en la formación académica y profesional de los nuevos antropólogos es un tópico que no había sido atendido en las historias de la Antropología mexicana, por lo cual emerge como una innovación dentro de las investigaciones antropológicas.

Experiencias y trayectorias

Realizar estudios sobre los estudiantes y egresados de la ENAH (y las otras instituciones que participan en el proyecto) representa una novedad por varias razones. Son escasos los trabajos de investigación que una disciplina social realiza sobre sí misma; en nuestro caso, de Antropología de la Antropología.[14] En cuanto a los estudios sobre egresados, el enfoque prevaleciente ha sido el cuantitativo, en el que se preocupan por reconocer cuántos alumnos han culminado su carrera, número de titulados, porcentajes de deserción, etc.,[15] por lo cual es muy poco lo que conocemos sobre su experiencia formativa, acerca de lo que piensan los estudiantes, de cómo viven sus años en la universidad, etc.

Por ello, nos propusimos seguir una estrategia metodológica más de carácter cualitativo. Iniciamos con diferentes charlas con los egresados para iniciar un acercamiento con ellos, además de obtener su consentimiento para ser entrevistados. Realizamos varias entrevistas semi-estructuradas, marcando las siete etapas; el número de preguntas fue variable en cada etapa (en la primera eran cinco, 15 en la segunda) aunque en ninguna etapa se rebasaron las 30 preguntas estructuradas. Las sesiones variaron para cada informante, oscilaron entre dos y cinco sesiones; la duración dependió de la disponibilidad de tiempo de la persona entrevistada, en promedio fueron de una a dos horas por sesión. Finalmente, se transcribieron las entrevistas para conformar los ocho relatos.

Para el caso particular de la ENAH, los estudios y diagnósticos institucionales han seguido la perspectiva cuantitativa y pedagógica.[16] Los profesores-investigadores no se han ocupado de llevar a cabo algún estudio particular. Es en los trabajos de tesis donde encontraremos algo de literatura. Los antecedentes más notorios son los de Rodolfo Coronado (1993),[17] Teresa Cuéllar (1998),[18] Orlando Arreola (2001)[19] y Mónica Uribe (1998).[20]

A partir de estos antecedentes la pretensión de esta línea de trabajo es atender y analizar el punto de vista del sujeto (de los egresados); acercarse a conocer lo que está sucediendo con la formación de los nuevos antropólogos, desde la propia perspectiva de los estudiantes, para lo cual la propuesta analítica está apoyada en el enfoque de la antropología de la experiencia.

Turner (1982) nos indica que la experiencia sólo podrá ser atendida a partir de ser una experiencia completa, es decir, que se haya logrado cubrir por completo el proceso; en nuestro caso, que los egresados de Etnología y Antropología Social se hayan titulado. Proceso vivencial en el cual pueden reconocerse diferentes aspectos: dolor, placer, imágenes pasadas, sentimientos, recuerdos y expresión de la propia experiencia. Rubros que van ocupando un lugar a lo largo del trayecto de la experiencia; la cual permite reconocer diferentes momentos internos, que serán la base para el cambio de estatus social, de convertirse en profesionales de la Antropología.

A la trayectoria escolar de los egresados compuesta por cinco momentos, le hemos añadido dos etapas más: pre y post-ENAH. Las otras cinco fases son: aspirantes, alumnos, pasantes, tesistas y titulados. Etapas de la metamorfosis que están marcadas por ciertos eventos importantes, como el hecho de inscribirse a los seminarios de investigación, a mitad de la carrera, bajo el formato de los Proyectos de Investigación Formativa (PIF), que representará un momento crítico para los estudiantes de la ENAH.

Una trayectoria es el recorrido constante que tiene un principio y un fin; donde ocurren transiciones, que fungen como hitos para identificar cambios de estado o situaciones diferentes, semejantes a las etapas de un ritual. En la “Etapa pre-ENAH” la mayoría de los sujetos se encontraba en el nivel medio superior, lo cual permite percibir de manera general su formación académica antes de arribar a la ENAH. En “La fila de las fichas” ocurre el primer cambio; deja de ser “preparatoriano” para vivir su primer contacto con la ENAH. En la siguiente fase, “Los dos primeros años o los cuatro primeros semestres de vivir en la ENAH”, el sujeto es oficialmente reconocido como universitario y empieza a desenvolverse en la disciplina antropológica. En la siguiente etapa, “Los dos últimos años de estar en la ENAH”, se presenta un cambio importante, pues es el momento de la elección del PIF. Llegamos a “Los meses extra o años extra después de los créditos”, que representa una etapa crítica (liminar) para los sujetos, pues no gozan de los servicios y prestaciones que tiene un alumno y tampoco del reconocimiento que tiene un titulado. Más adelante, “El día final” (examen profesional) significa una de las etapas más intensas para el tesista; aquí encuentra la calma a su crisis, porque ve materializado todo el esfuerzo de acreditar la carrera y los años de investigación que le llevó construir una tesis. Por último, con “La etapa post-ENAH” nos interesó detectar si los alumnos le dieron continuidad a las actividades antropológicas o tomaron la decisión de cambiar de campo académico.

Para la exposición de la trayectoria experiencial hemos decidido incluir algunos párrafos de las entrevistas con el objeto de acercarnos a la propia perspectiva de los egresados.

Etapa pre-ENAH

En esta fase nos acercamos a la formación de los alumnos en el nivel medio superior, como a los sentimientos que experimentaron los informantes antes de ingresar a la ENAH, la mayoría de los entrevistados no presentaron problemas y tampoco hubo deserción; por el contrario, existía motivación para continuar en otro nivel de estudios.

Héctor, egresado de una escuela particular[21] con una formación disciplinada, incluso en su manera de vestir, describe cómo llegó a conocer a la ENAH:

A mí siempre me gustó la Historia, yo tuve muy buenos profesores de Historia, pues cuando estaba en la prepa[22] hubo un profesor que me influenció mucho y dije, pues yo quiero estudiar Historia. Y me dijo: Historia está en la UNAM[23], en la ENAH, quizá otra particular.

−¿Dijo la ENAH?

−Sí, pues es escuela del INI;[24] habla.

Entonces hablé al INI y me dijeron: sí, es la Escuela Nacional de Antropología e Historia.

−¿Me puede dar la dirección y también el teléfono?

Hablé a la escuela y me dijeron, vente a informar, te damos folletos; fui antes de terminar la prepa. Desde que bajé del camión y vi a los chavos cruzando el Periférico, dije: ¡no mames!, este es otro pedo, es otra onda de lo que yo siempre estaba acostumbrado en La Salle.[25]

En el caso de María, refiere a un conocimiento estándar y adecuado. Menciona que estaba muy complacida con lo que aprendió en el Colegio Tepeyac. Al igual que Héctor, nunca estuvo en escuelas oficiales hasta su llegada a la ENAH; decía estar muy satisfecha por cómo le daban las clases en el Tepeyac.

En cambio, Emanuel había estudiado el nivel medio superior en una Vocacional, era pasante de la carrera en sistemas computacionales en el Politécnico,[26] trabajaba desempeñando su carrera, el lugar se ubicaba muy cerca de la ENAH. Los primeros contactos con la escuela los relata de la siguiente manera:

A la ENAH realmente no la conocía, pero un día, hojeando los periódicos, vi que estaba la convocatoria, fui a la ENAH a que me dieran un programa y el que más me impresionó fue el de Antropología Social. Y llegué a la ENAH, pero sin ningún referente ni idea de lo que se hacía aquí, y me acerqué por ese gusto a la Historia. Yo venía por Historia, pero viendo la ENAH y leyendo, además con el curso propedéutico y el programa, me fui decidiendo. Me decidí por la ENAH, porque se me hizo que el método de selección era como muy innovador, un proceso totalmente diferente al que yo había visto; el que tuvieras primero un acercamiento con las carreras, que vieras más o menos de qué se trataba cada cosa, para que en verdad decidieras estudiar dentro del campo de ciencias. A mí ese propedéutico me abrió un poco los ojos para decidirme por Antropología Social; creo que en verdad era lo que estaba buscando dentro de las ciencias sociales.

Carolina, por el contrario, sentía que la preparatoria donde estudió no la había capacitado lo suficiente para afrontar los nuevos retos en la universidad.

Yo hablaba en mi lengua y había profes que decían: pues ese no es mi problema, ustedes ya estudiaron la prepa, ya llevaron comprensión de lectura y redacción, ¿no? El chiste es que nos costaba trabajo, más a mí, y como que ya todos saben y más que venían de escuelas privadas, la mayoría de los que empecé a conocer en el propedéutico. Y dije: ¡no manches!, yo vengo de una prepa donde siempre había huelga, una escuela donde nadie te exigía, nadie te decía haz la tarea o entrega la tarea, nada, era el que quería estudiaba, si no, no.

Verónica, egresada del Colegio Madrid, confiada por lo que la escuela le había enseñado, complacida de haber terminado el nivel medio superior, menciona sus primeros acercamientos con la ENAH:

Conocí la ENAH porque me gustaba ir a conciertos ahí cuando estaba en la prepa; de los conciertos me enteraba por papelitos[27] y cuando iba, pues veía ahí las materias y me llamó la atención… Los conciertos a los que fui, fue a uno de ska y otro como de rock. Tuve interés en la ENAH porque llevé dos clases, una de Historia y otra de Ética en la prepa, que me hicieron darme cuenta de las actividades de las Ciencias Sociales. Yo ni tenía claro lo que es la Antropología entonces; en parte, cuando entré a la ENAH fue nada más como por curiosear, tenía la idea más o menos por la Historia y por la Ética de que me latían un chingo las Ciencias Sociales, pero no sabía bien qué eran, era un poco intuitivo el asunto.

Para Ana, la “etapa pre-ENAH” fue bastante dura, debido a que desde que ella estaba en la preparatoria quería estudiar Antropología, pero a causa de las presiones familiares entró a la ENAP[28] para estudiar artes plásticas y complacer a su familia por estar en una escuela de renombre. Después de un semestre tratando de convencerse de que esa carrera era una buena opción, no pudo más y terminó por explicarle a su familia que ella realmente quería relacionarse con la antropología:

Siempre había querido ser antropóloga desde antes de entrar a la ENAH, pero como tuve que convencer a mi familia que yo quería estudiar Antropología, no otra cosa, pues me tardé un rato, pero finamente llegué a la ENAH. Primero tuve que probar en otro lugar para decir, quiero ser etnóloga.

Raúl vivió toda una odisea para poder incorporarse a la universidad; primero hizo el examen para la UNAM en Filosofía y no fue aceptado, luego fue a la UAM[29] por la misma carrera, entró y estudio cerca de tres trimestres. “Conocí la ENAH pues yo tenía varios amigos que estaban en la ENAH más grandes que yo y me contaban de la ENAH y así me empezó a interesar”.

Roberto estudió el nivel medio superior en una preparatoria del INBA[30] donde llevaba clases de corrientes artísticas y sociales; estuvo dos años más tratado de terminar la preparatoria, pues se encontraba muy indeciso respecto a lo que iba a hacer; en esos dos años cursó las últimas materias que adeudaba y se fue a trabajar en albergues al sur de Chiapas y parte de Guatemala.

Cuando estoy haciendo el Bachillerato repruebo un año; entonces me salgo, me pongo a trabajar y trabajo con la gente que vive aquí en México, con los refugiados de la guerra de Guatemala. Estuve trabajando en la frontera con Guatemala y Chiapas, gente indígena, originaria. Iba a veces con los pueblos ya directamente a los campamentos, y pues yo ayudaba dando talleres, cuestiones así. Bueno, ahí ya surge más… digamos que mi vocación; regreso y termino la prepa, enseguida entro a la ENAH.

Esta etapa describe los ambientes de donde provenían los alumnos, los cambios entre una y otra institución. La mayoría está de acuerdo en haber tenido una buena formación en el nivel medio superior, a excepción de Carolina, que no cumple con esta característica, ya que su preparatoria, ubicada en Oaxaca, participaba en diversas huelgas y suspensiones de labores.

La fila de las fichas

Este es el primer contacto con la institución, una vez que ya estaba en sus planes intentar ubicarse como alumnos de la Escuela Nacional de Antropología e Historia.

Para Héctor, la forma de vestir de los “enahnos”[31] fue una cuestión atractiva; había sido reprimido en las otras instituciones y era la primera vez que tenía libertad para vestir como deseara. Las materias del curso propedéutico las atendió con buena disposición. Todas las carreras le resultaron interesantes; al final de la lectura de su libro-guía decidió escoger Antropología Social. Los momentos más tensos los vivió al contestar el examen y esperar los resultados, para saber si había sido aceptado o no.

El caso de María fue diferente; ella no ponía la atención ni la dedicación necesaria para descubrir para qué estudiar en la ENAH. Las decisiones que ella tomó se debieron a presiones sociales y familiares, pero nunca por el interés de aprender Antropología.

Yo no sabía qué estudiar y entonces me estuve esperando; fui a la ENAH y me dijeron que había un propedéutico que era todo noviembre, que sacara mi ficha…[32] La ENAH era muy atractiva; yo siempre había entrado a las 7:00 de la mañana, y que te dijeran “vas a entrar a las 9:00 y vas a salir a la 1:00” fue así como de… Esto es la gloria, voy a venir 4 horas por una materia diaria. Dije: pues sí, de aquí soy; por esas razones superficiales entré a la ENAH. Cuando hice el examen, me acuerdo mucho que mi papá me dijo, pues, ¡es que ya! Era la única que no estudiaba, que no hacía nada, la vaga…[33] Entonces dije: no, de aquí sale una carrera; y así, por azares del destino elegí Antropología Social. Yo no creí que me fuera a quedar.

Emanuel, desde el primer día que tuvo el libro-guía en sus manos lo leyó con la idea de elegir adecuadamente la carrera a la que quería incorporarse. “Como que mi vida empezó a girar alrededor de la Antropología, me gustaba mucho”. Buscó a algunos de los investigadores y científicos que menciona la guía en otras fuentes para aumentar el acervo cultural sobre lo que estaba leyendo y aprendiendo en el curso propedéutico; continuó trabajando y a la par adquirió el compromiso de ingresar de nuevo al mundo académico.

Ana, en cuanto puso un pie en la ENAH, pensó en estudiar Etnología y, sin ninguna duda, comenzó a trabajar en ello, leyendo su guía, sin faltar nunca al curso, tratando de participar durante las clases. Todo ello la ayudó a decidir con más precisión.

Algo que me marcó académicamente hablando, pues cuando nosotros estábamos tomando el curso de Etnología hubo una sesión donde había que hacer un trabajo en equipos y había que discutir cuál era el motivo o la necesidad de que los pueblos salieran a otro, a otras comunidades para contraer matrimonio, cuál era esta razón, y a mí, no sé por qué, estando en casa se me ocurrió buscar y buscar qué era la exogamia. Y al día siguiente la discusión se empezó a hacer en dos grupos; de repente yo les dije a mis compañeros: a mí me parece que se trata de un problema de exogamia, un asunto más bien de exogamia. Le dijimos a la persona que nos estaba dando el curso y nos dijo: ¡Qué bien!, seguro le copiaron a otro salón, ¿cómo fue que llegaron a esto? Para mí, que la respuesta del profe haya sido aprobatoria de lo que yo le estaba diciendo, fue un síntoma claro de que yo debería de seguir ahí y que tenía que seguir estudiando Etnología.

Al igual que Emanuel, buscó información extra por su propia iniciativa.

Casi todos demostraron interés por las ciencias antropológicas en esta etapa de inicio; la única que no tuvo interés por los aspectos académicos fue María. A partir de que los aspirantes saben que han sido aceptados en la escuela comienza un periodo de calma, pero al mismo tiempo de curiosidad por empezar con las clases. Todos mencionan haber encontrado puntos de interés durante el curso y esperaban con entusiasmo las asignaturas que iban a llevar durante la carrera.

Los cuatro primeros semestres de vivir en la ENAH

En los primeros días de escuela los alumnos se sintieron tranquilos, indicaron no haber tenido el miedo del primer día de clases, pues ya sabían cómo era la dinámica, además de contar con una pequeña base de conocimientos sobre lo que iban a estudiar en sus materias. Esto indica que el curso propedéutico logró su objetivo de informar sobre la dinámica general de la institución y las dinámicas particulares de cada licenciatura, dando elementos de orientación para una adecuada elección de carrera.

Ante la flexibilidad de algunos profesores para no llegar temprano, sólo las primeras semanas fueron puntuales; en algunos casos la impuntualidad se debió a sus otras ocupaciones y trabajos. En general, los estudiantes siguieron con la currícula oficial de la escuela, por lo menos en los primeros semestres. A pesar de que tenían la opción de tomar más materias o dejar algunas, todos trataron de ir al ritmo oficial de la institución, fue a partir del cuarto y quinto semestre cuando empezaron a tomar clases tanto en la mañana como en la tarde. Se refieren a la ENAH como una escuela chica, físicamente hablando, pero piensan que esa pequeñez es la que la hace confortante, además de considerarla con un buen nivel académico. Respecto al tema de la alimentación, no tuvieron problemas con comer afuera de la escuela quesadillas, tacos, gorditas, comidas corridas; sin embargo, fue posible identificar cierto grado de malestar por la falta de un comedor dentro de la ENAH.

Para la mitad de la carrera lo que más inquietaba a los informantes era elegir un PIF,[34] porque algunos ya tenían claro qué investigar pero no había un PIF que pudiesen tomar; en otros casos no decidían qué tema abordar. Sólo María no encontró problema con la elección de su PIF.

Para Héctor no hubo complicaciones que lo llevaran a decaer.

Con los primeros trabajos que entregué, me fue bien; antes había entregado ensayos en la prepa, pero pues cortos, nunca había entregado un ensayo tan grande pero fue una buena experiencia: 9 y 8, Etnografía de México 7, porque no fui el día que se fueron a empedar y había que entregar unos trabajos; Teoría de las formaciones 9. Yo creo que mis trabajos fueron muy buenos para ese primer semestre, porque ya ahorita los reviso y sí están carentes, pero para ese entonces eran buenos.

La descripción rápida que hace del primer semestre es semejante a los otros tres semestres.

María empezó a vivir una especie de decepción con los profesores, ya que los sentía muy pesimistas:

Yo creo que nuestra histeria afectó; Carmen había estudiado Psicología, pero le interesó la Antropología y dejó la otra carrera a la mitad, se desesperó y finalmente se salió de la ENAH y se regresó a Psicología. Yo creo que su deserción fue influida por la distancia de su casa a la ENAH y el hartazgo de hacer tres horas de Izcalli a la ENAH, para que luego no hubiera clases. De plano empezó con la histeria, ¡es que no vale la pena! Los maestros te dicen: es que no hay trabajo, entonces a mí también me hacían sentir así de… Creo que nos están diciendo: si estás aquí te estás haciendo güey,[35] estás perdiendo el tiempo, ¿no? Mejor vete a estudiar otra cosa. Y yo veía que algunos se movían para meterse a la UNAM, para meterse a otras escuelas.

Después que controló esa histeria, como lo menciona, encontró que leyendo y entregando sus tareas le iba bien en las calificaciones; los horarios tan atractivos, por los cuales se había interesado en estudiar en la ENAH, le permitieron tomar clases de francés en el IFAL[36] y de inglés en el Anglo Americano;[37] no había motivo para cambiarse de escuela.

Por otra parte, Carolina comenta:

Creo que construí y destruí relaciones afectivas, cuando me fui a la ENAH. Yo tenía un novio que era zapoteco y estaba en México, pero ya que entré a la ENAH él un día me dijo que yo ya era otra tipa[38] a partir de que había conocido la Antropología, que ya estaba rebasando su línea, porque él trabajaba en una fábrica. Siento que tuvo miedo, a lo mejor de que yo ya estaba estudiando una carrera y él sólo terminó la secundaria; yo le dije, no pasa nada; me la pasaba bien, yo estaba aprendiendo zapoteco con él y según yo las cosas iban bien, pero pues cortamos y ya. Pero yo conocía a otros chavos con los que estudié la secundaria, y uno de ellos me dijo en un correo: ¿Qué?, ¿tú estás en la ENAH?, yo estoy en la UNAM, ven a la UNAM, hay biblioteca y está muy bien. Él también es zapoteco[39] y estudiaba economía; yo pasaba por él y me decía en dónde estaban las bibliotecas y me llevó a la biblioteca central.

Con estas nuevas relaciones sociales Carolina incrementó su disciplina para ir a leer a las bibliotecas, hacer sus tareas con calma para entregarlas a tiempo y despreocuparse por no entender algunas lecturas que podía volver a revisar, para comprenderlas.

Verónica se vino abajo con una crisis personal, no sabía si realmente estudiar Etnología o dedicarse a la pintura que realizaba desde muy pequeña; en el semestre inicial aparece la primera ruptura.

Primero estaba muy bien, pero a la mitad del semestre ya no me gustó. Me sentí muy mal, me empezó a llamar mi pasión más fuerte que es la pintura y decidí salirme, me salí, dejé la carrera. Pero me encontré a Edmundo en una librería y me preguntó que por qué me había salido, y le dije: por la pintura, y además no me estaba gustando la Antropología, y él me dijo que la estaba juzgando muy rápido; me invitó a salir de práctica de campo para que conociera mejor la Antropología. Entonces en el mismo semestre regresé a la carrera, sólo falté como 15 días y más o menos terminando el semestre me fui de prácticas a la Sierra Tarahumara y ya me gustó mucho y fue que decidí echarme toda la carrera.

Roberto:

En el caso de mis padres, que era con quienes vivía, no, nunca tuve ningún problema, que me cuestionaran por qué estudiaba ahí o cosas así, no. Lo importante era que yo terminara una carrera y ya. No tenía ningún inconveniente, pues contaba con el apoyo de la familia y con el espacio para hacerlo, pues durante estas etapas no trabajaba, era estudiante de tiempo completo.

En la primera mitad de la carrera ya todos entendían la dinámica académica y la sociabilidad dentro de la ENAH. Algunos habían aprendido que podían llegar tarde a sus clases, negociar la hora de llegada con sus profesores, que sabían cómo rechazar alguna materia si no les agradaba cómo la daba el profesor. Otros administraban mejor su tiempo para cumplir con todas las lecturas. Entendieron la dinámica de la institución escolar, por eso algunos empezaron a elevar su calidad académica, mientras que otros comenzaron a dudar de los beneficios de ser estudiantes de la ENAH.

Los dos últimos años en la ENAH

En la segunda parte de la carrera continuaron con la presión académica, destacando sus experiencias en los PIF. Hablan del estilo e interés que los profesores les ofrecían a través de un apoyo teórico, además de leer los trabajos de investigadores que no habían revisado en otras materias. Después del primer año de PIF, en algunos casos, el que buscaban nunca fue abierto. Y después de un año de trabajo surgieron nuevos PIF afines a los perfiles e intereses de cada quien.

En séptimo y octavo semestre atienden a la necesidad de elaborar su proyecto de tesis. Tomaron un ritmo de trabajo constante y encontraron a profesores más comprometidos que les ayudaron en la construcción de una propuesta de tesis. Los informantes concuerdan en que los que pueden avanzar en el PIF es gracias a una buena dirección por parte del profesor que lo imparte.

Trataban de darle más importancia al PIF ya que sabían que era la herramienta indispensable para la conformación de la tesis y la mayoría deseaba titularse lo antes posible.

Opinan que es un gesto muy bueno por parte de la ENAH tener cursos de idiomas gratuitos, pero los consideran insuficientes y de baja calidad, por lo cual sugieren construir un centro de idiomas certificado internacionalmente con alto nivel, no simplemente un Departamento.

Aunque la mayoría dio el visto bueno a su servicio social, sólo hubo dos casos que realizaron actividades que incrementaban sus conocimientos antropológicos y les permitían desarrollar habilidades como investigadores sociales. Uno fue relativo a organizar eventos de carácter social sobre género a través de foros, dentro de la ciudad y en provincia; el objetivo era aprender a organizarlos y promover la participación en ellos. Otro caso consistió en trabajar en el Museo Nacional de Antropología e Historia investigando para ayudar a conformar un libro de memorias.

Entre las actividades alternas que tenían oportunidad de llevar a cabo los alumnos, una de ellas era poder publicar artículos o presentar ponencias en algún encuentro, coloquio, debate o congreso de los que se organizan continuamente dentro de la Escuela. Todos los informantes mencionaron haber publicado en alguna revista, además de participar como ponentes. Sólo un caso no lo hizo, pero la mayoría participó en más de tres eventos diferentes a lo largo de su carrera.

En su experiencia con respecto al PIF, Héctor nos cuenta:

Lo que sucedió es que primero yo había inscrito otro PIF, pero nunca encontré al maestro, nadie me sabía dar informes de ese cabrón... A la chingada, entonces fue cuando le dije a Margarito que si me podía cambiar a su PIF y me dice sí, pero te vas a tener que esperar un año, y le digo, sí, pero no importa, tomo clase contigo y voy a hablar para que me guarden la calificación. Pero hubo un error en el sistema y me cambié, no tuve que esperar un año, pues no tenía registrado ningún PIF y ya lo inscribí sin problemas.

Para María, cursar el PIF fue su momento de gloria; ya tenía decidido qué PIF iba a tomar, comenzó a interesarse por primera vez por la Antropología, siguió creciendo.

La primera vez, con la única que se me metió el gusanito de ir a las bibliotecas fue con mi maestra de PIF. La [biblioteca] del CIESAS[40] fue la que me pareció la más bella del mundo, la más relajante, la más bonita; las de la UNAM me parecieron un desmadre; el COLMEX[41] me parecía… “nice”,[42] demasiado “nice”, para mi gusto; Antropológicas me daba flojera y dije no, y la de la UAM Iztapalapa, bien, lo normal, pero ahí iba a comprar mis libros. Ahí fue en donde empecé a comprar realmente libros por mi gusto: Canclini, Marc Augé me enamoraron; todos los textos que me dejó mi maestra me encantaron, comencé a aprender, a hacer etnografía; ahí vino lo más fuerte, pero lo mejor.

Verónica:

El profesor del PIF era bueno en cuestiones técnicas de cómo debes de usar la cámara, en qué momento debes de usarla, si tú estás en campo es tal; más o menos un análisis superficial sobre la imagen, a veces un poco más profundo, pero también era muy repetitivo. Al principio el PIF era más importante que otras materias, porque tenía muchas expectativas; ya después se volvió como la clase que me permitía tener más tiempo para pintar.

No hizo un esfuerzo por cambiar de PIF, porque finalmente, aunque no estaba cubriendo sus necesidades, le daba espacio que podía utilizar en otras actividades; eso la llevó a bajar de nivel, pues tomó una actitud de conformidad que no la benefició en su formación como etnóloga.

Raúl fue otro de los casos beneficiados por el PIF, pues escogió el adecuado para lo que quería desarrollar en su tesis. Durante el primer año de PIF construyó un proyecto y la maestra les recomendó a todos sus alumnos que lo presentaran en una especie de coloquio, y así lo hicieron.

Se hizo un seminario de presentación de los proyectos de cada quien con un comentarista; yo me acuerdo que mi primer proyecto lo destruyeron así, grueso, y lo destruyó una amiga… Estuvo bien, gradezco más que se haya destruido ese proyecto porque ese proyecto no estaba bien, concientemente lo reconozco.

El último año de PIF y también de la carrera, Raúl estuvo rehaciendo el proyecto para buscar apoyo a la titulación a través de una beca CONACYT.[43]

Para Roberto las cosas cambian un poco, a pesar de que un grupo de compañeros y él le pidieron a un profesor abrir un PIF especialmente para ellos; el inconveniente que tuvo Roberto fue la enfermedad de su madre, la hospitalizaron.

Ya entre el cuarto y quinto semestre, ya estaba pidiendo esquina,[44] aquí me bajo. La dinámica era vete al hospital en la madrugada, para ver qué le faltaba a mi mamá, de ahí a la ENAH, regrésate al hospital y ya en la noche vete a tu casa a descansar un poco. Con toda esta presión de lo de mi madre, ya no me daba tiempo de estudiar; después de este año falleció. Ya hacía un año que había muerto mi madre y entonces que me detectan la diabetes, justo me da cuando estoy haciendo el servicio social, se me complicó mucho, no lo terminé porque tenía que estar yendo con doctores a hacerme estudios y todos estos rollos.[45]

Los alumnos no querían descuidar otras materias por una sola, que era el PIF; quienes no estaban recibiendo lo que buscaban en el PIF, no le daban importancia, y aunque no cubría sus expectativas, no lo dejaban, porque finalmente podían cubrir los créditos aunque no obtuvieran las herramientas y el conocimiento para desarrollar un proyecto de investigación. Algunos argumentaron que era mejor así, para no quedarse más tiempo en la ENAH.

Esta etapa fue el periodo de los grandes avances y crecimientos para quienes supieron aprovechar el Proyecto de Investigación Formativa. Esta estrategia pedagógica que ofrece la ENAH marca otra pequeña transición en el alumnado, pues es el momento en donde se acercan más a la práctica investigativa. En la mayoría de los casos fue un detonador para seguir creciendo y dotándose de más información para mejorar su formación como científicos sociales.

Los meses extra o los años extra después de los créditos

Para la mayoría de los informantes, las situaciones de índole familiar y económica se convirtieron en factores que intervinieron en el proceso de culminación de la carrera. Tener un director de tesis antes de concluir con los créditos facilita este proceso. A la mayoría de los informantes no les llevó más de dos años ubicarse entre los titulados, porque sus maestros del último año de PIF, del séptimo y octavo semestre, tomaron la responsabilidad de ser sus directores de tesis; esto fomentó que los tesistas no cambiaran de tema. Para los que no tuvieron la fortuna de que los profesores de PIF se convirtieran en sus directores de tesis la trayectoria fue distinta, puesto que la constante búsqueda de un director trajo consigo una serie de intentos y de acercamientos a diferentes maestros que no en todos los casos resultaron favorables.

Todos los entrevistados coincidieron en tener dificultades con los trámites de registro de tesis o la tardanza de los mismos. Mencionan haber tenido disgustos por los trámites de titulación, coinciden en que son lentos y que deberían mejorar la organización para revisar las tesis, porque el lector oculto[46]se tarda mucho. La carta con el dictamen de los resultados del examen profesional, el certificado de estudios y la espera de la tramitación del título y la cédula profesional son los últimos trámites; el título y la cédula profesional tardan en promedio ocho meses, los informantes indican que cerca de un año. Todo esto trae a los sujetos en proceso de titulación la experiencia de una serie de sentimientos que van de la frustración a la desesperanza. Todos coinciden en que desearían que el trámite fuera más rápido.

Esta etapa es un momento de transición, la mayoría de las experiencias vividas por los entrevistados representan un momento difícil. En el caso de Héctor, terminó los créditos pero no logró tener el proyecto de tesis; luego lo comenzó y desarrolló la investigación. Los problemas empezaron cuando el primer borrador de tesis fue enviado al Departamento de Investigación de la ENAH para que lo evaluara un lector secreto. Le señalaron muchas faltas, pero tanto él como su director de tesis no estaban de acuerdo con algunas indicaciones sugeridas por el lector, así que sólo corrigieron las que pensaron que eran lógicas. Volvió a entregar la tesis al Departamento y de nuevo fue rechazada; él calcula que la invalidaron cerca de ocho veces. Hasta que un maestro de la carrera, muy admirado por lo que estaba sucediendo, lo invitó a que le llevara la tesis para que entre los dos la revisaran. Cuando el profesor la revisó notó que desde el título estaba mal, le indicó qué conceptos deberían de encontrarse en el título y después de esta corrección y otras más, la tesis fue aceptada.

Para el caso de María, fue el periodo en que más rápidamente desarrolló su proyecto, pero no se sentía segura realizando entrevistas en el trabajo de campo; así que se le ocurrió salir a vender accesorios para el cabello y muñecos de peluche en la zona donde iba a realizar su investigación, acompañada de una amiga. Cada vez que tenían oportunidad platicaban con la gente del lugar para hacer entrevistas informales y observación participante; así, poco a poco fue obteniendo los datos etnográficos y sólo veía de vez en cuando a su directora de tesis, que fue su maestra de PIF. Ella le sugería cómo ir trabajando los datos; pasó un año y la directora la asesoró para acomodar la información. “Yo nunca me di cuenta de cómo escribí tanto, y para mí siempre fue copiar y pegar de lo que ya había escrito o leído con anterioridad”.

Emanuel estuvo becado por el CONACYT, nunca vivió la fase de pasante, pues terminando los créditos de inmediato hizo trabajo de campo y regresó a vaciar datos y mejorar el cuerpo teórico de su investigación. Tenía tanta carga laboral por la forma en que lo puso a trabajar su director de tesis, que su mamá decidió mudarse al departamento donde él estaba viviendo, con la finalidad de cuidar sus hábitos de sueño y alimenticios. “Se fue a vivir mi mamá conmigo, estuvo viviendo un rato, pues me veía muy cansado y sentía que me malpasaba; ella estuvo soportando mi mal humor”. Cuando terminó de escribir, sólo atendió los trámites engorrosos (mientras su mamá regresó a su propio departamento) y empezó a organizar lo que necesitaba para la maestría en la UAM.

Carolina relata:

Trabajé quince días en CIESAS de Oaxaca y de ahí me volvieron a decir que si quería colaborar con una investigadora, y dije que sí, pero entre más me metía a esas ondas, menos hacía mi tesis. Entonces me salí, me regresé a la ENAH a hacer mi registro de proyecto para continuar con el desarrollo de la tesis.

Este fue un punto importante dentro de la maduración como investigadores; todos estuvieron concentrados en el aspecto de investigación, redacción y construcción de la tesis; el tiempo transcurrido entre el término de créditos y el primer borrador fue de un año y cinco meses. El tiempo que se llevaron en la creación del proyecto y la tesis está fue en promedio de dos años, incluyendo trámites y examen profesional.

Verónica es la persona que presenta la trayectoria más accidentada entre estos entrevistados, el motivo es el siguiente: “Justo cuando terminé los créditos en la ENAH había habido como problemillas en la casa… Mi papá era un poco explosivo y hubo un día en que él exploto y me dijo unas cosas muy fuertes y a raíz de eso yo decidí irme de mi casa”. Primero se mudó a otra delegación, trabajó como mesera. Ahí conoció al dueño de unos hostales en Oaxaca, quien le ofreció trabajo. Con la idea de no volver a ver a su familia se fue a la ciudad de Oaxaca y vivió más de un año allá, hasta que sus padres y sus hermanas fueron a buscarla. Después de dos años regresó a cursar el idioma,[47] conseguir una directora de tesis y desarrollar la investigación lo más rápido posible.

Ana:

Ya que llevaba algo redactado, se me descompuso la computadora. Yo por alguna extraña razón, no había salvado la información en otro lado y perdí todo lo que tenía escrito; entonces tuve que pedir una prórroga para seguir trabajando en recuperar la información ya escrita y la que aún faltaba. Cuando eso pasó me dediqué a redactar la tesis de cuerpo entero como tres o cuatro meses; todo el tiempo organizando los capítulos.

Raúl:

Tenía el dinero, yo no tenía ninguna justificación para no trabajar de lleno, o sea, tenía el dinero y tenía que entregar la tesis para entrar a la maestría. Estaba yéndome a campo cuando ya tenía la beca, porque yo ya había ido como a seminarios, ya me conocían, había metido los papeles en el CIESAS.

En esta etapa los alumnos dejan de ser estudiantes, pero aún no son profesionistas; es una fase transitoria que trae consigo crisis que incomodan al pasante y al tesista. Es una etapa que resalta por la gran cantidad de actividades que realizan los informantes, es un punto crucial para muchos de ellos. Este periodo lo describen como el más doloroso, pero al final encuentran una gran satisfacción; nadie mencionó tener ganas de abandonar la escuela, tampoco que la construcción de la tesis fuera fácil; por el contrario, algunos tuvieron dificultades como no encontrar quién les dirigiera la tesis, descubrieron tener miedo ante la posibilidad de realizar trabajo de campo, para otros lo difícil resultó ser el apartado teórico o la redacción de la información. Todas estas características dan la pauta para ubicar esta transición como una de las más relevantes en la formación de un antropólogo.[48]

El día final (examen profesional)

Esta etapa tiene dos polos, el primero lleno de tensión, y el segundo, enmarcado entre la fiesta y la elaboración. En el caso de Héctor, hubo una especie de ráfaga de titulados de su generación en esa temporada:

Mauricio, que ya se había titulado una semana antes que yo, fue quien me ayudó con todo este pedo. Me dijo: yo te presto la laptop, yo te traigo el cañón, yo te checo aquí, pues, me encargo. Fue algo como de compañerismo; los que ya estaban titulados ayudaban a los que apenas nos íbamos a titular.

Después de esto, lo que sucedió el día del examen fue que los sinodales, incluyendo al director de tesis, no llegaban; eso le provocó más tensión: después de tener todas las cosas en orden, se hizo presente el caos; después de una hora llegaron todos y se realizó el examen sin más complicaciones. “Me dieron mención honorífica y recomendación para publicación. Toda la carrera la concluí con un promedio de nueve cerrado”.

María entendió la importancia de estudiar Antropología y para qué sirve.

Pasa mi media hora de exposición, me siento y la directora de la tesis empieza a decir la importancia de todo el trabajo, desde los inicios; me hace toda una remembranza, fue lo más horrible. En eso que se me empiezan a salir las lágrimas, pero así, ni siquiera me habían hecho una sola pregunta. Pues ahora qué te pasa, que ridículo estoy haciendo, y yo lloré y lloré, así, con mis lágrimas, pero es que me dio mucho sentimiento. Había cosas que nunca había analizado y en ese momento entendí que había trabajado con gente y es genial hacer entrevistas y que la gente sin ningún interés te las dé; que ese proyecto fue todo el resultado de lo que yo investigué, y que la maestra lo reconozca, sentía muy raro, como que me daba entre felicidad y angustia, como un giro… Me cayó el veinte. Ya afuera, esperando el dictamen, seguían diciéndome palabras de consolación mis amigos y familia y entramos; me dan mención honorífica, tenía promedio de 9.3, eso era algo que yo no esperaba.

Emanuel ya estaba haciendo trámites para la maestría en la UAM; un día antes del examen quería imprimir parte de su tesis para comentar algunos puntos y la impresora no funcionó, se trató de controlar y lo logró. Como ya lo habían entrevistado en la UAM, ya se sentía más confiado en su examen.

Vino el dictamen, salí y empezó la angustia; es el momento en que están discutiendo los sinodales. Mi hermana era la secretaria de actas, por medio de ella pude saber el confesionario de adentro, debatieron y pues dice que al final hubo un consenso general, sobre si me otorgaban o no… la recomendación a publicación. Mi hermano, que sí pudo asistir al examen profesional de la otra carrera, me dice: no, pues este estuvo más cabrón que el otro, te preguntaron un chingo de cosas… Ya entramos todos de nuevo y viene el acto para dar el dictamen, fue aprobado con mención honorífica y derecho a publicación; después vinieron los abrazos, los bocadillos, el vinito, un trago con los cuates, ya más relajado.

Durante su examen profesional, Verónica relata que:

Semanas antes del examen estaba demasiado estresada, después me tranquilicé un poco. En la tesis se materializaron un chingo de expectativas familiares; muy raro, cómo los pedos, también, así, familiares, se materializaron en la tesis. Es que es como la expectativa familiar, ya hizo una carrera qué bien, qué bien. Fue también como cerrar un ciclo que debe de ser, ¿no?, que al mismo tiempo se ve como una meta. Empezó como a las 11 y terminó como a la una de la tarde; fue aprobado por unanimidad.

Logró el objetivo que persiguen todos los tesistas: alcanzar el grado de licenciados, pero no existió nada trascendente que permitiera ver que la formación haya incrementado su compromiso con la Antropología, simplemente se cumplieron los aspectos administrativos.

Para el examen profesional, Ana también se mantuvo muy neutral, concentrada en lo que iba a hacer y pidiendo sugerencias a sus profesores para manejar la situación del examen lo mejor posible; siguió todas las indicaciones. Lo que afectó su examen fue que nunca llegó el secretario de actas y tuvieron que improvisar con otra persona que localizaron dentro de la escuela; eso la puso muy tensa, pero el final fue bueno. “Decimos que es licenciada en Etnología la señorita Ana María… su tesis es aprobada con mención honorífica y con opción a publicación”.

El punto a resaltar en esta etapa es la familia. Durante los exámenes profesionales los familiares de los entrevistados estuvieron presentes; en todos los casos la familia nuclear asistió, en algunos también asistieron tíos, abuelos, padrinos, etc. Esto deja apreciar la clausura de la transición; aunque es algo importante para los informantes, no lo describieron tan a detalle como la construcción de la tesis.

El promedio obtenido es un punto determinante para recibir mención honorífica. Las experiencias de cada informante hicieron que aumentaran o disminuyeran sus calificaciones, resultando en un promedio más bajo o más alto según fuese el caso, tal como ocurrió con Roberto, quien no pudo elevar sus calificaciones, primero por el periodo en el que enfermó su mamá y él descuidó sus estudios, y luego, cuando enferma él y no dedica el tiempo necesario para incrementar las posibilidades de obtener mención honorífica.

Todos se encontraron bastante enfocados en tener un buen desempeño en su examen profesional, mucha concentración en sus presentaciones e hicieron una planeación tanto de las cosas que iban a presentar y argumentar, como de los bocadillos que iban a ofrecer, se puede decir que es la actividad más estudiada y planeada durante toda la carrera.

Etapa postENAH

Después de la ENAH Héctor viajó a Canadá para valorar si tenía los ánimos de continuar estudiando. Decidió que sí, regresó y un año después de titularse comenzó con los trámites en la maestría de Filosofía en la UNAM.

De hecho fue muy difícil empezar la maestría para mí, porque venía de Antropología y me hicieron cursar 14 materias en licenciatura, sin beca. Entonces fue de locos ese año, de locos; tenía que trabajar y aparte venía diario a tomar siete materias en la mañana y en la tarde. Como ya nadie me daba dinero, sí fue un año muy pesado; había días que no dormía, me acostaba a las tres de la mañana, me levantaba a las cinco para venir a clase. Fue muy pesado hasta que me dieron la beca, ya cuando entré a la maestría, con la beca; ya fue un aliviane, pero antes fue muy pesado para mí. Un año después que me dieron la beca y pues ya me pude dedicar de tiempo completo al estudio; fue muy relax ese periodo, ya nada más venía a estudiar.

La directora de tesis de María, al término de la carrera la encaminó a que siguiera con la maestría; los trámites los facilitó ella. Mientras eso pasaba abrió un negocio en la ciudad de Oaxaca; como la maestría era muy demandante lo dejó y empezó a trabajar. “Me ofrecieron una planta para trabajar con Fabio en el Instituto de Investigaciones Sociales, donde al principio trabajaba de freelance. Terminé la maestría pero no me he titulado”. A finales de 2008 se tituló y renunció en el trabajo que ya tenía con la idea de crear su propia consultoría antropológica; a principios de 2009 le dieron la autorización legal. Para mediados de 2009 comentó que no había mucho trabajo, pero que seguía con esa idea pues ya había creado su propia empresa.

Emanuel, al término de la maestría en Antropología Social, continúo con el doctorado en el mismo sistema de la UAM. Atendía a su investigación para la titulación, además de dar clases a nivel licenciatura en la UAM, pues sólo le quedaba año y medio para terminar el doctorado.

Carolina regresó a Oaxaca con el compromiso de ayudar a la gente de su región; trabaja en organizaciones gubernamentales y asociaciones civiles dedicadas a investigar asuntos relacionados con la equidad de género y organiza talleres multidisciplinarios para observar la problemática social de las comunidades mixes. A finales de 2008 pasó por su mente la posibilidad de estudiar una maestría en el extranjero; le llama la atención Ecuador, por la diversidad étnica.

Haciendo una valoración de los ocho casos cabe mencionar que, en su mayoría, la continuidad de la vida académica tanto como de los intereses que los motivaron a realizar sus investigaciones, se mantiene en la misma dirección, aplicando los conocimientos adquiridos dentro de la institución.

La trayectoria de Verónica tomó otro rumbo, consiguió trabajo como maestra de pintura para niños. A mediados de 2008 intentó ingresar a una maestría que se relacionaba con la pintura y las bellas artes, pero no fue aceptada por el tipo de licenciatura con la que cuenta; regresó a la casa de sus padres y a finales de 2009 buscó un departamento amplio para continuar con clases de pintura y así obtener recursos. Perece ser que aún no define qué camino tomar, pero los últimos tres años a partir de su titulación no han estado dentro de una trayectoria antropológica.

En el caso de Ana:

En febrero de 2007 hice trámites de admisión para la UNAM y afortunadamente me quedé en el Instituto de Investigaciones Antropológicas. Ahí estoy hasta la fecha, haciendo mi maestría, becada por CONACYT. Sí, son dueños de la mitad de mi existencia…

A principios de 2009 estaba concentrada en los trámites para su examen de maestría.

Raúl se tituló de la maestría y continuó con el doctorado en el CIESAS de la Ciudad de México; para finales de 2008 estaba esperando fecha de examen. En octubre de 2009 estaba compitiendo con otros profesores para poder impartir la materia de Métodos y Técnicas de Investigación en la ENAH.

Roberto, después de titularse consiguió trabajo como ayudante de investigador en el CIESAS; después se incorporó a la ENAH para estudiar la maestría, pero no se tituló. Terminó los créditos en 2002 y estaba desarrollando la investigación de su tesis a mediados de 2008. Quedó pendiente el titularse en la maestría, pues se quedó sin recursos económicos. Ha dado clases esporádicamente en la ENAH.

Mostrar lo que los entrevistados siguieron haciendo después de su formación como licenciados en la ENAH, permite ver si los sujetos formados en esta institución desempeñan lo que aprendieron dentro de la carrera; los resultados dan cuenta de que, efectivamente, la mayoría continúa ejerciendo actividades relacionadas con lo que aprendió durante la carrera, y al mismo tiempo se sigue preparando dentro del ámbito antropológico.

Panorámica general

Con el trabajo de investigación que venimos realizando ahora podemos ofrecer datos entorno a la idea de considerar a los estudiantes como sujetos sociales que viven de manera diferente su paso por la universidad. Hemos avanzado en describir algunos aspectos compartidos y ciertas tendencias en sus trayectorias personales, panorama que se aprecia en el diagrama del Anexo A.

Al visualizar de conjunto las trayectorias podemos reconocer cómo algunas etapas son experienciadas de manera diferente por cada estudiante y otras son apreciadas de manera común. Indicaciones que invitan a realizar determinados cambios académicos e institucionales. Por ejemplo, generar algunas actividades que sirvan de apoyo para que los alumnos elijan de mejor manera el seminario de investigación que cursarán durante la segunda parte de su carrera; además, que éste sirve para el desarrollo de su tesis. Situación similar al momento en que juegan el rol de pasantes.

En el esquema hemos establecido un desarrollo estándar con línea punteada, que representa la percepción general de la institución sobre el desempeño de los estudiantes a lo largo de su formación académica y profesional. Lo que se indica por arriba de la línea central es notoriamente favorable; mientras, lo contrario es señalado por debajo de la medida, con líneas continuas.[49]

Como antecedentes refieren a la formación escolar previa y a sus expectativas de estudiar las carreras de Antropología Social y Etnología. De inicio muestran distintos orígenes y niveles escolares; unos cuentan con una sólida preparación mientras que otros no tanto.

En el segundo momento empiezan a reconocer a la institución escolar, se preparan para iniciar una nueva etapa de su vida académica. Aparecen las sorpresas cotidianas de la cultura escolar y juvenil que ocurre en la ENAH.

En la tercera fase vuelven a emerger las distinciones en sus trayectorias. La comodidad de horarios, la disciplina relajada (en comparación con el bachillerato) y un nivel desigual de exigencia académica serán enfrentados de manera diferente, pero aparece una inclinación hacia abajo del nivel estándar.

En cambio, la siguiente etapa será de mayor intensidad, debido al ingreso a los seminarios de investigación (bajo la modalidad pedagógica de los PIF), actividad central del perfil profesional del antropólogo. Es un momento clave para determinar quiénes se enfilarán bajo ese horizonte y quienes se irán alejando de él. Su desarrollo académico alcanza niveles importantes. Sin embargo, en la siguiente fase habrá un cambio notorio. Los egresados la recuerdan con molestia debido a la carga burocrática que significó transitar hacia el final, hasta la defensa de su tesis. A la par, hubo un trabajo académico pautado por el grado de interés en titularse y la presencia responsable de los directores de tesis.

Con respecto al examen profesional, lo registran con la intensidad emocional contenida, ya que representaba la culminación de años de preparación académica y profesional.

En la última etapa de su trayectoria registrada se aprecia una derivación lógica de lo marcado en los últimos semestres de la carrera. El haberse formado profesionalmente para continuar con estudios de posgrado o tener acceso a diferentes ámbitos laborales públicos y privados, realizando tareas de investigación y docencia.

Después de ofrecer la perspectiva de los estudiantes sobre su formación, podemos reconocer rubros que deben ser atendidos por los propios alumnos, pero también existen aspectos que requieren de una atención institucional. Por ejemplo, ampliar y diversificar algunas actividades que apuntalen el proceso de configuración de un sentido de identidad profesional (como antropólogos/as) y, particularmente, consolidar su preparación técnica para las labores de investigación. Brindar mayor información sobre el campo laboral y profesional del antropólogo, durante el curso propedéutico. Consolidar la preparación metodológica en los primeros semestres, previos al momento de elegir el PIF de su preferencia. Realizar una jornada de información sobre los PIFs existentes, resultados generados –especialmente sobre sus tesistas, formas de trabajo, etc. −que les permita a los estudiantes evaluar y seleccionar el PIF en el cual desarrollen la temática de su interés y que culmine con su trabajo de titulación. Por otro lado, invitar al área administrativa a modificar sus procedimientos para lograr agilizar los trámites de titulación. Cambios que seguramente empezarán a atender las preocupaciones expresadas por los alumnos a través de sus experiencias narradas.

Reflexiones finales

Atender a las trayectorias de los y las egresadas, de las carreras de Antropología Social y Etnología, nos ha permitido lograr un primer acercamiento a la vida y pensamiento de los estudiantes sobre su formación universitaria y profesional. Revisar estas trayectorias con cierto detenimiento nos posibilita reconocer las diferentes esferas sociales, emotivas, familiares, etc., que concurren en su preparación, y que las estadísticas escolares no muestran al referirse sólo al promedio de los estudiantes. Trayectorias que invitan a una mirada analítica y crítica que permita reconocer momentos y condiciones institucionales que deben ser atendidos con nuevas propuestas curriculares y académicas para mejorar el desempeño escolar de los alumnos universitarios que estamos formando profesionalmente.

Por un lado, aparecen estudiantes que gracias a una experiencia personal y social que tuvieron previamente a su ingreso a la carrera les permitió generar una perspectiva clara y oportuna sobre su desempeño escolar durante la carrera. A diferencia de otro tipo de alumno, recién egresado del bachillerato, sin esa experiencia previa, que requiere de mayor información e identificación con la dinámica universitaria, para ir descubriendo las propias posibilidades de su formación profesional. Por otro lado, estudiantes que cuentan con un claro y adecuado recorrido escolar que se traduce en sus competencias escolares, a diferencia de otros alumnos quienes requieren de un apoyo adicional para cubrir de manera adecuada las actividades académicas.

Cada egresado/a testifica cómo logró ubicarse en el plano profesional o bien ampliar su formación académica. Pero, además, nos indican la necesidad de atender institucionalmente a dos etapas de sus trayectorias: la primera, que corresponde a la mitad de la carrera, y la segunda, cuando adquieren el estatus de pasante. Justamente, aquéllas en las que se perfila con mayor nitidez su formación como futuro investigador en el horizonte antropológico. Momento en que el alumno tiene que elegir el PIF (seminario de investigación temático) y cuando ha cubierto el total de sus créditos, pero sin haber culminado su tesis.

También nos dejan ver estos egresados/as su claro deseo por llegar a ser antropólogos/as. Siendo más nítido este horizonte en la trayectoria de María, que siempre fue en ascenso. Al parecer, la educación escolar a nivel universitario aún es valorada de manera importante.

Lista de referencias

Arreola, O. (2001). Enseñanza de la Historia en la ENAH (Tesis de licenciatura). Escuela Nacional de Antropología e Historia, México.

Coronado, R. (1993). La Escuela Nacional de Antropología e Historia. Un proyecto político-académico de Estado: un conocimiento a su historia 1937-1981 (Tesis de Licenciatura). Escuela Nacional de Antropología e Historia, México.

Cuéllar, T. (1998). Análisis crítico de las políticas de administración a la educación superior: análisis de caso Escuela Nacional de Antropología e Historia (Tesis de Licenciatura). Universidad Pedagógica Nacional, México.

García, C. (Coord.). (1988). La antropología en México. Panorama histórico (Vol. 15). México: Instituto Nacional de Antropología e Historia.

Krotz, E. (2008). La antropología mexicana y su búsqueda permanente de identidad. En G. Lins & A. Escobar (Eds.), Antropologías del mundo. Transformaciones disciplinarias dentro de sistemas de poder. México: The Wenner-Gren Foundation, Centro de Investigaciones y Estudios Superiores de Antropología Social y ENVIÓN.

Turner, V. (1982). From ritual to theatre. United States of America: PAJ publications.

Uribe, M. (1998). Estudio de género entre estudiantes de antropología sobre la representación del trabajo de campo (Tesis de licenciatura). Escuela Nacional de Antropología e Historia, México.

Anexo A

missing image file

[1]. Proyecto interinstitucional en el que participan varias instituciones de educación superior mexicanas formadoras de antropólogos.

[2]. Nos referimos a la ENAH localizada en el Distrito Federal (capital del país) para distinguirla de la ENAH-Chihuahua, que se encuentra ubicada en la Ciudad de Chihuahua (al norte del territorio nacional).

[3]. Además de estas dos carreras, la ENAH oferta otras cinco licenciaturas en: Antropología Física, Arqueología, Etnohistoria, Historia y Lingüística. También ofrece cinco posgrados (programas integrales) en: Antropología Física, Antropología Social, Arqueología, Ciencias del Lenguaje e Historia-Etnohistoria.

[4]. En México la Antropología ha estado ligada de manera destacada al desarrollo del Estado nacional mexicano. Y las relaciones interétnicas han sido ubicadas –por algunos autores– en un contexto calificado de colonialismo interno.

[5]. Quien, junto con Ana Paula de Teresa, ha coordinado el Proyecto ADELA desde sus inicios. Se presentó a la convocatoria de Investigación Científica Básica del 2005 de CONACyT, con el número 50000. Dio inicio a sus labores en 2006.

[6]. Obra magna de 15 volúmenes, editada por el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH).

[7]. El proyecto fue solicitado por la Red-MIFA (Red Mexicana de Instituciones Formadoras de Antropólogos), arrancando en 2006.

[8]. La Red-MIFA inició sus actividades en diciembre de 2000 y se creó para establecer vínculos de colaboración académica (investigación, docencia y extensión). Un punto importante es la realización de investigación conjunta.

[9]. Están los coordinadores del proyecto y sus asistentes. Además, participan investigadores titulares, investigadores cooperantes, becarios, tesistas (de licenciatura y posgrado) y prestadores de servicio social.

[10]. Denominadas Talleres, en los cuales se discuten los avances logrados y se proponen alternativas de trabajo, que tendrán lugar en la sede de alguna de las instituciones participantes. Por ejemplo, en el Taller VI (realizado en San Cristóbal de las Casas, Chiapas, en octubre de 2007) se perfilaron, organizaron y empezaron los trabajos por subgrupos de trabajo, que van a pautar los tópicos centrales de estudio: a) Tesis y tesistas, b) Estudiantes de antropología, c) Egresados y mercado de trabajo, y d) Organización y enseñanza del trabajo de campo.

[11]. En ADELA se propuso inicialmente preparar las historias particulares de cada programa de formación de antropólogos.

[12]. Etnología es la única licenciatura atendida en la ENAH/D.F. Otras colegas trabajan en los posgrados de Antropología Física y Antropología Social. De esta forma, la ENAH participa con tres subproyectos. En octubre de 2007 se asiste al IV Taller (en Xalapa, Veracruz) como Etnología y se establece el primer plan de trabajo a partir del V Taller (en el Distrito Federal, marzo de 2008).

[13]. José Luis Ramos es el responsable y coordinador del Subproyecto Etnología-ENAH, con la participación importante de Janeth Martínez M. como investigadora cooperante. Además, se ha contado con cuatro becarias (tres son tesistas); una de ellas es Carla Macías y dos prestadoras de servicio social.

[14]. Existen interesantes experiencias de Seminarios que se dan a la tarea de discutir y reflexionar sobre el devenir de la Antropología, pero no de investigaciones como tales.

[15]. Cuestiones que son atendidas por el tipo de estudios que vienen realizándose en diferentes instituciones; por ejemplo, en la Asociación Nacional de Universidades e Instituciones de Enseñanza Superior (ANUEIS).

[16]. Son los trabajos de diagnóstico y evaluación que han realizado en el Departamento de Planeación Académica de la ENAH, pero cuyos resultados generales poco se difunden fuera de esta área. Una excepción fue la publicación que promovió Florencia Peña, anterior directora de la ENAH (2003).

[17]. Corresponde a la primera tesis que se elabora sobre la ENAH, trazando una perspectiva general histórica de la institución en el contexto del desarrollo del Estado nacional mexicano.

[18]. Su trabajo lo realiza desde la óptica de la especialidad de Administración Educativa, atendiendo a la ENAH, particularmente a la Licenciatura de Etnología, para su tesis.

[19]. En esta tesis el autor se acerca a la perspectiva de los profesores y estudiantes de la carrera de Historia.

[20]. Prácticamente es la primera tesis de Antropología de la Antropología, al atender a las representaciones sociales que elaboran las y los alumnos de Antropología sobre el trabajo de campo, logrando establecer una comparación por género. Tesis dirigida por José Luis Ramos.

[21]. Escuela particular, son instituciones que se mantienen a través del pago, semanal, mensual, trimestral o semestral de los alumnos; no reciben subsidios por parte del Estado.

[22]. Prepa, referente a preparatoria, nivel de estudios para obtener el grado de bachiller; es una grado antes de la Licenciatura en el caso de México.

[23]. Universidad Nacional Autónoma de México.

[24]. Instituto Nacional Indigenista. Aunque, en realidad, la ENAH pertenece al Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) y no al INI.

[25]. Cadena de colegios particulares; cuentan con todos los niveles oficiales (de México) desde jardín de niños a la universidad.

[26]. Instituto Politécnico Nacional. Instituto público de investigación y educación en niveles medio superior, superior y posgrado, llamado coloquialmente Poli, Politécnico o con las siglas IPN.

[27]. Propaganda.

[28]. Escuela Nacional de Artes Plásticas que pertenece a la UNAM, ubicada en Xochimilco, en la Ciudad de México.

[29]. Universidad Autónoma Metropolitana. Es una institución de estudios superiores mexicana y cuenta con planteles en la zona periférica de la Ciudad de México, como Iztapalapa, Xochimilco, Cuajimalpa y Azcapotzalco.

[30]. Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura (INBAL), casi siempre referido en México como INBA, es una institución dedicada a la difusión de actividades artísticas y culturales que se realizan a nivel nacional, incluyendo el ámbito educativo.

[31]. Forma de nombrar a los alumnos y gente que estudia en la Escuela Nacional de Antropología e Historia.

[32]. Es un término que hace referencia a que los datos del aspirante fueron capturados, para registrarlo y ser contemplado en el proceso de selección.

[33]. Jerga que se refiere a una persona que no hace cosas productivas y se la pasa en la calle sin hacer nada.

[34]. PIF son siglas de la estrategia pedagógica que la ENAH aplica a carreras como Antropología Social y Etnología; el objetivo de esta práctica es que los alumnos construyan un proyecto de investigación formativa cuyo resultado será la tesis con la que obtendrán el grado de licenciados. Es obligatorio tomarlo por dos semestres, sólo al término de este lapso se puede solicitar el cambio a otro PIF con una línea de investigación diferente.

[35]. Muletilla utilizada para referirse a una persona, hombre o mujer, pero en este caso es para indicar que se estaban haciendo tontos.

[36]. Instituto Francés de América Latina. Instituto fundado con el objetivo de enriquecer a ambas poblaciones culturalmente.

[37]. Instituto de renombre en el que se puede estudiar el idioma inglés en todos sus niveles.

[38]. Manera informal de decir “persona”.

[39]. Grupo étnico que se ubica principalmente en la mitad oriental del estado de Oaxaca.

[40]. Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social, organismo público descentralizado con docencia e investigación.

[41]. Colegio de México, institución pública dedicada a la investigación y la enseñanza superior.

[42]. Palabra en inglés que en este contexto indica que es el lugar muy lujoso.

[43]. El Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología impulsa y fortalece el desarrollo científico en el país.

[44]. “Pidiendo esquina” se refiere a que estaba demasiado cansado para seguir con ese ritmo de vida.

[45]. “Rollos”, referente a temas, tópicos.

[46]. El lector oculto es un investigador o especialista relacionado con el tema investigado en la tesis; su labor es proporcionar una crítica objetiva acerca de las carencias de la tesis, además de aportar ideas o sugerencias para mejorarla.

[47]. En la ENAH un requisito de titulación es cursar un idioma extranjero, francés o inglés, por lo menos dos semestres.

[48]. Vale la pena mencionar que, independientemente de las especialidades que se imparten a nivel Licenciatura en una institución como la ENAH, el conjunto de profesionales egresados de ella son considerados en términos generales como antropólogos.

[49]. Es oportuno mencionar que la construcción del diagrama (véase anexo A) no se hizo con base en las calificaciones de los alumnos, sino en la percepción que tuvieron ellos dentro de cada situación, de cómo se sentían y sobre los conocimientos y experiencias que fueron desarrollando; este análisis no se podía basar en las calificaciones, debido a que casi todos los informantes, como es el caso de María, siempre mantuvieron sus calificaciones por arriba del ocho, pues les interesaba tener una buena carta de presentación, pero no les incumbía aprender. Las elevaciones en el diagrama se marcan porque ellos, dentro de las entrevistas, indicaron haber experimentando un cambio positivo respecto a los conocimientos antropológicos.