Resumen
En 1929, la Congregación salesiana inauguraría el Colegio Deán Funes, destinado a la formación de técnicos mecánicos desde una perspectiva religiosa y con el auspicio de las autoridades de la empresa Yacimientos Petrolíferos Fiscales. Esta ponencia parte considerando que los colegios profesionales son territorios donde los “varones” se convierten en “hombres”, produciendo y reproduciendo modelos de conducta entre miembros de un mismo género. La identidad masculina, transcripta en prácticas, valores y representaciones, encuentra su cultivo en los talleres, donde se aprenden las relaciones propias del mundo laboral y los lugares de implementación de prácticas deportivas, que fueron adquiriendo importancia en forma paulatina a partir de los preceptos instaurados por la modernidad, donde la belleza y buen estado físico fueron asumidos como símbolos de la unión entre cuerpo y alma, como emblemas del coraje y del espíritu masculino.